Comunicació presentada al V Simposio Internacional Iconografía y Forma “Visiones de un Imperio en Fiesta”, celebrado en Castellón entre los días 23 y 25 de septiembre de 2015 y organizado por el grupo de investigación Iconografía e Historia del Arte de la Univeristat Jaume I.El 28 de noviembre de 1657 nacía en Madrid el príncipe Felipe Próspero, primer hijo
varón, después del nacimiento de dos niñas, de Felipe IV y Mariana de Austria. En
1646 había muerto Baltasar Carlos, dejando al monarca abatido y sin un heredero.
Con cincuenta y dos años, cansado y envejecido, el rey veía en este nuevo hijo una
nueva esperanza para la sucesión de su monarquía. Recordemos que desde 1640
Felipe IV había tenido que afrontar las guerras con Portugal y Cataluña, el final
de la Guerra de los Treinta Años, las revueltas en Aragón, Valencia, Castilla y
Nápoles. De tal modo que los decenios de 1640 y 1650 habían sido de bastantes
dificultades políticas y económicas para la monarquía. Como consecuencia, España
había perdido su hegemonía en Europa, e incluso se había perdido la castellana en
España. Pero también se había producido una fuerte crisis de valores espirituales y
psicológicos, que conllevó el crecimiento de nuevas devociones, por ejemplo hacia
los nuevos santos, como Santa Teresa de Jesús. Por ello, como señalara Lucien Clare,
la celebración del nacimiento de un heredero en esa fecha supuso una necesidad
política, un verdadero instrumentum regni. No solo el rey, todas las ciudades de los
territorios dominados por Felipe IV se aprestaron a celebrar tan alegre y prometedor
acontecimiento, algunas con un esplendor inusitado.Paper presented to V Simposio Internacional Iconografía y Forma “Visiones de un Imperio en Fiesta”, celebrado en Castellón entre los días 23 y 25 de septiembre de 2015 y organizado por el grupo de investigación Iconografía e Historia del Arte de la Univeristat Jaume I