El pasado 13 de mayo, el Parlamento de Andalucía respaldó por unanimidad una iniciativa contra la ridiculización de los
andaluces en las series de televisión en la que se insta a la Junta a que haga campañas que refuercen la imagen en positivo de los
ciudadanos de la región. Esta proposición no de ley fue presentada por el parlamentario del Partido Andalucista por Cádiz Antonio
Moreno para rechazar «el rol y el estereotipo negativo» que asignan a los andaluces y andaluzas los guionistas de reconocidas series
de televisión.
Lo que movía a este parlamentario no era la preocupación por la recurrencia al acento andaluz con ciertos matices cómicos sino
la asociación de éste con un bajo nivel cultural y continuas incorrecciones gramaticales. Reclamaba un mayor esfuerzo creativo de los
productores y guionistas porque, según Moreno, Andalucía «lleva exportando cultura y ciencia al mundo entero desde hace tres mil
años», mientras algunas series «perpetúan la imagen negativa de los andaluces, que a su vez se convierten en consumidores de un rol
que otros le otorgan como pueblo».
Esta noticia suscitó muchos comentarios y artículos de opinión. Un lector anónimo, del diario 20 Minutos, identificado
simbólicamente como Blas Infante, ponía el dedo aún más profundamente en la llaga: «A mí lo que me da vergüenza es que esas
series sean las más vistas en Andalucía».
La recurrencia al estereotipo andaluz en la ficción televisiva o cinematográfica no es ninguna novedad. En primer lugar, las
tierras andaluzas y sus habitantes se consideraron lugares misteriosos y románticos por los viajeros del S. XIX, que lo transmitieron en
sus novelas. Posteriormente, con la llegada de la dictadura, todos los medios de comunicación fueron puestos al servicio de la
propaganda ideológica del régimen y estos recogieron el testigo de las novelas. En este marco, se ha concebido al andaluz,
especialmente a la andaluza, como un elemento narrativo propicio para transmitir los valores del franquismo y, paralelamente, para
olvidar las penurias sociales, al menos, mientras duraba la proyección.
De todo ello se nutre la televisión actual, de estereotipos geográficos, de los cuales, el andaluz es el más recurrente y
reconocible en toda España. La ficción televisiva les ha otorgado papeles, en la mayoría de ocasiones, que merecen todas las críticas
que ahora eleva el Parlamento Andaluz. Pero la televisión es un ente dinámico y surgen, constantemente, nuevos formatos. Entre ellos,
la telerrealidad «los reality shows» que han cautivado totalmente las parrillas generalistas y gozan de grandes cuotas de audiencia. Los
más afamados son «Gran Hermano» y «Operación Triunfo». En estos programas, en los que no existe –aparentemente – ficción,
también se da una sobre representación de los andaluces (la población andaluza supone un 17,5% de la española, los andaluces de las
tres ediciones de OT suponen un 34% del total de participantes). Cabe preguntarse si se perpetúa el estereotipo andaluz en estos
programas de no ficción o si se recurre a ellos como valores seguros para ganar audiencia. Es más, como afirmaba el lector identificado
como Blas Infante, tal vez lo peor sea que estos programas son los más vistos en AndalucíaThis paper arises from the research on the most relevant Spanish reality shows approaching the stereotypes transmision
question. The analysis departs from the overrepresentation of Andalusian people on this kind of programs. This article attempts to
understand the importance of these representation on these successful programs. From this television format and structure study, the
argumentation is based on sociological and managerial reason