Narrar la singular historia de las mujeres que se formaron en la irrepetible
escuela alemana de la Bauhaus (1919-1933) significa dar a conocer el apasionante
fenómeno de un grupo que no contaba en aquel momento con precedentes de presencia
femenina colectiva en un centro de arte. Esta escuela fue un proyecto total de
renovación pedagógica, social y artística que ha sido imitado durante décadas en los
centros artísticos de todo el mundo. Cronológicamente, coincidió exactamente con la
República de Weimar y su cierre se llevó a cabo por el poder nazi. En la idealizada y
feliz década de los años 20, la Bauhaus fue uno de sus experimentos más utópicos,
idealistas e innovadores que dio como resultado una grandiosa generación de
diseñadoras, pintoras, escultoras, ceramistas e incluso arquitectas que han pasado a la
historia a pesar de su invisibilidad inicial. Este grupo de profesionales, que en la
actualidad están reconocidas mundialmente y su obra se conserva en los mejores
museos, está conformado por figuras internacionales como Marianne Brandt, Anni
Albers, Gunta Stölzl, Margarete Leischner, Alma Buscher o Grete Heymann-Marks,
entre otras muchas