Las democracias europeas han resuelto de forma desigual el tema del velo de las mujeres
musulmanas. En un mundo libre, prohibir parece un contrasentido y en una sociedad
multicultural y diversa, las instituciones se han visto desbordadas por prácticas que, para
algunos, son culturales y, para otros, inaceptables. Los medios de comunicación proyectan
imágenes muy a menudo contrapuestas o en múltiples direcciones, que, no sólo no ayudan a
esclarecer el debate sino que, por el contrario, lo marcan ideológicamente y contribuyen a la
confusión. El discurso de los medios sobre el uso del velo en nuestras sociedades es difuso,
variable, poco valiente, fruto de la contradicción que plantea el propio asunto pero también fruto
de prejuicios respecto a la libertad de las mujeres. El tema del velo se mezcla o se interpreta en
clave religiosa o cultural, lo que marca fatalmente el enfoque hasta convertirlo en un ataque
cultural o contra una religión. Hasta convertirlo en un problema, finalmente. Esta perversión
interesada del debate se traduce en episodios puntuales de tensión, en legislaciones cada vez
más restrictivas y, sobre todo, en una falta apabullante de argumentos lógicos, coherentes,
racionales, que permitan a la ciudadanía comprender y tomar decisiones