Dolly Montoya Castaño (Colombia 1948-v.)  Química Farmacéutica, Magíster en Ciencias Biomédicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, Doctora en Ciencias de la Universidad Técnica de Múnich, Alemania, con estudios posdoctorales en Ciencia y Tecnología en la Universidad de Sussex, Reino Unido.  Profesora titular de la Universidad Nacional de Colombia donde fundó, junto con otros profesores, el Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional (IBUN) que actualmente cuenta con doce grupos de investigación y dieciséis laboratorios. Rectora de la Universidad  Nacional de Colombi

Montoya Castaño, Dolly

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       Entrevista a Dolly Montoya Castaño Concedida a la Revista de Extensión Cultural de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, el 18 de diciembre de 2018       Dolly Montoya Castaño (Colombia 1948-v.)  Química Farmacéutica, Magíster en Ciencias Biomédicas de la Universidad Nacional Autó- noma de México, Doctora en Ciencias de la Universidad Técnica de Múnich, Alemania, con estudios posdoctorales en Ciencia y Tecnología en la Universidad de Sussex, Reino Unido. Profesora titular de la Universidad Nacional de Colombia donde fundó, junto con otros pro- fesores, el Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional (IBUN) que actualmente cuenta con doce grupos de investigación y dieciséis laboratorios. Rectora de la Universidad Nacional de Colombia. E   ¿Cómo era el panorama para la mujer y cómo fue su situación cuando comenzó a estudiar en la Universidad Nacional en los años setenta?  n ese momento, las mujeres de provincia estábamos ingresando al sistema universitario con mayor frecuencia; creo que en Bogotá este proceso se dio más rápidamente. Vengo de Pereira, de un colegio que no es clerical aunque una parte de mi bachillerato lo cursé en un colegio de franciscanas. Para la mujer todavía no se vislumbraba muy claramente el ingreso a la política ni al mundo de la academia; ya había mujeres ocupando cargos importantes, por supuesto, pero eran casos excepcionales. Nuestra generación rompió con la tradición. Inició con Los Beatles y con toda la música nueva; además, después de Mayo del 68 se dio comienzo a un movimiento internacional: un movimiento estudiantil muy curioso y que ahora coincidió con los cien años de Córdoba y los cincuenta del movimiento francés. El movimiento de 1968 fue muy destacado y marcó la vida de cientos de personas en el mundo. Para aquel entonces, la Universidad era    un hervidero de política internacional en donde se movían todas las corrientes; aquí circulaba la literatura prorrusa y prochina, y hacía presencia el Partido Comunista, además, en ese momento tenía lugar la Guerra de Vietnam en aquel país asiático. Era una vida política y cultural muy rica porque además, en 1967, el profesor José Félix Patiño había iniciado su reforma universitaria y vinculó a Marta Traba como Jefe de Extensión Cultural. Eso dejó una importante huella en la Universidad.  El Teatro El Búho tenía mucha fuerza en la Universidad Nacional y ahí se iniciaron los grandes grupos de teatro colombianos. Fue la Universidad la que marcó la historia en ese momento. Ante toda la riqueza de vida cultural y de vida política, los que estudiábamos ciencias también tuvimos la oportunidad de [ Universidad Nacional de Colombia | Sede Medellín | 13 ]  ver la Universidad con otros ojos, y entender que no solamente existían nuestras carreras sino que el mundo tenía algo más: las artes, las humanidades, la historia, etc.; también se empezó a hacer evidente el desarrollo tecnológico: el hombre llegó a la luna, los años 68, 69 y 70 fueron muy dinámicos en la ciencia, en la tecnología, en la cultura y, por supuesto, en la vida política; eso también influyó y marcó el deseo de que las mujeres quisiéramos entrar en ese mundo y participar de todas esas vivencias. Fue una época muy linda, muy pocas universidades tenían mujeres cursando ingenierías y se creía que algunas carreras eran más de hombres que de mujeres. Creo que todo eso, finalmente, lo marca   a uno, ya que somos producto de nuestras vivencias, aprendizajes y de todos los maestros, de todas las personas que pasan por nuestras vidas. Ese panorama también nos catapultó para soñar y para diseñar escenarios de futuro. Fue muy interesante.  Y comparativamente hablando, ¿la experiencia acadé- mica que usted tuvo en el extranjero fue muy distinta? ¿Cómo era el ambiente para la mujer en esos países? ¿Cómo recibió su familia el traslado?  La experiencia familiar fue muy grata en todos los casos, tanto en México como en Alemania e Inglaterra. En México mis hijos aprendieron a leer y a escribir. Cuando me fui para allá a cursar la maestría inicié en Ciencias Biológicas Básicas, en la Facultad de Medicina, pero a mí me gustaba era la biotecnología; entonces la tesis la hice en ese tema y la experiencia fue agradable porque en ese momento la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) era un mirador y referente para América Latina. Además, la UNAM siempre ha sido una universidad imponente. En ese momento tenía 150.000 estudiantes, aunque ahora tiene 40.000 académicos y 340.000 estudiantes. Siempre había considerado que nuestra Universidad Nacional de Colombia era enorme, y cuando llegué a la UNAM y vi que era una universidad todavía más grande me pregunté: ¿hasta dónde puede crecer una universidad? Además, la academia en la UNAM fue muy rica por la cercanía de Estados Unidos, y  creo  que  todavía  la  tiene,  lo  cual  la  hace  muy próxima a la frontera del conocimiento de manera permanente. Para aquella época ya tenían grupos de investigación, institutos y centros muy importantes, nosotros también los teníamos, pero no con esa vida propia. Afortunadamente tuve la oportunidad de vivir la Facultad de Medicina de la UNAM por mi maestría, pero simultáneamente tuve la posibilidad de trabajar en el Instituto de Investigaciones Biomédicas que tenía un área en biotecnología y un grupo de profesores jóvenes que acababan de llegar del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y del College de Londres. En la UNAM la rotación de académicos internacionales era constante, entonces en ese instituto se hablaba en inglés todo el tiempo, lo cual no ocurría en otras universidades de América Latina. Fue allí donde comencé a soñar con fundar un instituto de biotecnología en la Universidad Nacional de Colombia, aunque ni siquiera era profesora en ella.  Cuando terminé el pregrado trabajé cuatro años en la industria y luego dije: “No, mi camino es la academia”, y por eso me fui a hacer la maestría, que constituyó una experiencia muy linda. A la maestría pasamos once personas, y de esas once, afortunadamente, yo tenía el mayor promedio de calificaciones por lo cual recibí   la medalla Gabino Barreda. Lo digo orgullosamente porque fue la formación de la Universidad Nacional de Colombia la que me pudo posicionar en la maestría de manera muy clara. Al mismo tiempo, hice muy buenos amigos en la UNAM, algunos de ellos dirigentes de ciencia y tecnología, lo que contribuyó posteriormente con la creación y el trabajo del Instituto de Biotecnología en Colombia. Después de iniciar labores en el Instituto este obtuvo apoyo de las Naciones Unidas y de la Organización de los Estados Americanos; también se hicieron muchas conexiones con los académicos de   la UNAM y otras en América Latina con Chile, Brasil    y Argentina. Es claro que uno nunca puede solo; los proyectos se logran cuando se suman muchas manos. En este caso, nos aliamos muchos investigadores de  la región y luego, a través de becas y posibilidades   de formación, tuvimos mucha cercanía con algunos laboratorios de Europa, Estados Unidos y Canadá. Fue [ Revista de Extensión Cultural | Número 62 | 14 ] así como reunimos todo el dinero, hicimos proyectos conjuntos con los grupos con los cuales íbamos trabajando y nos acercamos a las embajadas a pedir becas, específicamente para biotecnología cuando todavía aquello no se usaba en el país; conformamos entonces una masa crítica importante para el desarrollo del Instituto. Después, cuando viajé a Alemania, realicé el Doctorado en Biología Molecular, tema poco conocido aún en el país, y revisé la forma en que podría universalizarlo mucho más, de tal manera que pudiera aplicarlo al Instituto para que este no se quedara en un simple laboratorio.  Posteriormente, cuando creamos la primera empresa spin off fue difícil, a pesar de que en todos los países del mundo eso se mueve muy fácilmente. Decidí  hacer contactos en Inglaterra, en  Stony  Brook, que es uno de los centros de investigación en ciencia y tecnología más importantes de ese país, por lo cual pude estudiar los sistemas nacionales de innovación   y mirar cómo se movían los países desarrollados y  qué era lo que a nosotros nos faltaba para poder ser también desarrollados, como lo hizo Corea o como lo han hecho todos los países que le han apuntado a la ciencia y a la tecnología. Ahora, no es que haya elegido ser estudiante como profesión, sino que la vida me   ha puesto en escenarios en los cuales las necesidades del aprendizaje son fundamentales. Y el hecho de haber trabajado primero con químicos farmacéuticos, luego con médicos y con gente de ciencia en Bogotá, después con médicos en Nueva York, de haber estudiado con ingenieros bioquímicos en México, con biólogos en Alemania, con economistas en Inglaterra, me ha permitido tener experiencias académicas muy significativas para contribuir con el desarrollo del país.  Estudiar en Alemania también fue una experiencia muy enriquecedora, hice muy buenas relaciones con varias universidades, además me dieron un reconocimiento de magna cum laude en la tesis; luego, en Inglaterra, también dejé muy buenas relaciones, reforzando el trabajo en el Instituto que ahora está en la Universidad. Eso es algo muy importante de la Universidad Nacional de Colombia, porque la institución permite la expansión académica y no te pone límites para crecer, los límites nos los ponemos nosotros mismos.  Por  obvias  razones,  cualquier  individuo   impone un sello en todo lo que hace: en sus relaciones, en    su trabajo, en su manera de comportarse, de ser, de entender el mundo; y aunque usted ha manifestado, en algunos escenarios, cuáles son las implicaciones de ser la primera mujer elegida como rectora en los 150 años que tiene la Universidad, ¿cuál es el aporte que usted cree que brinda y qué cambio le da a la historia y a la memoria el hecho de que usted, como mujer, llegue a la Rectoría de esta institución que es tan importante y tan significativa para el país?  En primer lugar, siento que es un reconocimiento a la mujer. Siempre he pensado que debe haber igualdad de oportunidades en el trabajo, en el hogar y en la vida cotidiana; entonces, pienso que hay un reconocimiento a la labor de una académica que ha compartido toda su vida con los profesores y con los compañeros, y sus experiencias con los estudiantes. En la Universidad  no se mira si es hombre o mujer, todos avanzamos juntos y eso a mí me ha parecido bonito, y estamos empeñados en mantenerlo y reforzarlo. Todo en mi vida ha estado marcado por el liderazgo colectivo. No podemos producir tanto como cuando cada miembro de la comunidad piensa, aporta y crece para el conjunto; entonces, el liderazgo colectivo tiene que ser una orientación muy importante en la forma de trabajar,  en la forma de integrarnos, porque la Universidad no está hecha para que nos destaquemos individualmente sino para que la institución luzca y para que luzcamos la institución, que es lo que al final de cuentas se ha establecido, porque todos pasamos, en cambio la Universidad Nacional cumplió ya ciento cincuenta años. Como ya lo he dicho, la Universidad es el proyecto cultural más exitoso de la nación a través de su historia. Hemos trabajado con cuarenta y cuatro gobiernos; este es el número cuarenta y cinco. Son cuarenta y tres rectores los que han estado en su dirección y esta es   la cuadragésima cuarta rectoría; es decir, que es una [ Universidad Nacional de Colombia | Sede Medellín | 15 ] [ Revista de Extensión Cultural | Número 62 | 16 ]  institución que ha sembrado muchísimo en el camino. Pienso que esto es un proceso que no se puede pasar por alto. Lo primero que uno tiene que tener es un nivel extremo de humildad y entender que hay que construir sobre lo construido, y que nuestra responsabilidad es poder mirar cómo ponemos nuestro grano de arena de manera generosa, clara y transparente, para que todos podamos crecer, porque cuando se crece de manera colectiva también se crece individualmente.  Tengo la fortuna de tener un equipo de trabajo mixto, de hombres y mujeres, que considera que el liderazgo en la Universidad debe ser colectivo, que la Institución no puede moverse como se mueven otras institucio- nes del país a través de componendas, de arreglos y  de enquistamientos en los cargos. Estamos realmente empeñados en hacer lo mejor para que el próximo rec- tor pueda continuar con la labor. Somos conscientes de que no somos únicos. Entendemos muy bien qué es el liderazgo colectivo, que no es la suma sino la fusión, que todo lo que hagamos se funda en la institución, que vamos a tener mejores resultados que si trabajamos aislados, como en una casita vieja, por cuarticos y en cada cuartico se hace una tarea diferente. Estas ideas nos conducen a estar empeñados en hacer una trans- formación digital, en mejorar los procesos, en abrir las puertas de la Universidad al mundo para que tengamos todos los contactos posibles con la comunidad acadé- mica, y a organizarnos de la mejor manera para que estos esfuerzos no sean tan individuales sino que poda- mos tener un soporte organizacional que fluya, y que la administración y la ejecución de los recursos faciliten los procesos, haciéndolos de manera transparente para ser más eficientes.  Realmente mi sello es de humildad. No debo creer  que soy dueña de la Institución porque, además, no es cierto. Trabajamos constantemente en cómo podemos dar lo mejor para ella. He dicho, en varios escenarios, que cuando todo esto le llega a uno se tiene el ego en su justa dimensión, y se tiene claro lo que se debe hacer y hacia dónde vamos de manera colectiva; eso hace que seamos mejores y que todos crezcamos más, que tengamos al mismo tiempo más confianza el uno en el otro. No tengo la intención de privilegiar a nadie, o que haya preferencia por un grupo sobre otro, porque ese tipo de cosas hacen mucho daño; en cambio, prefiero que nos organicemos para ser incluyentes, como lo hemos hecho en el IbUN, para buscar cómo sacamos   de cada uno, en nuestra alma mater, todas nuestras mejores virtudes. Eso es realmente lo que busco.  Profesora, para cerrar esta conversación me gustaría que planteara su punto de vista sobre la polaridad que normalmente se asocia con lo femenino, con la intuición y lo emotivo, y en ese sentido, ¿qué papel cree usted que juegan en la universidad, específicamente en la nuestra, las disciplinas y áreas que son  complementarias  a las ciencias puras y exactas, más vinculadas con la polaridad masculina, la fuerza, la exactitud, la lógica y la racionalidad, tales como las artes, la historia, las ciencias sociales y las ciencias humanas?  No podemos estratificar las profesiones ni las discipli- nas. Son tan importantes unas como otras. No diría que son complementarias. Veo a la ciencia como un cuer- po humano al cual le hace falta cualquier miembro y cualquier órgano; si no tenemos arte o humanidades,  o ciencias sociales, si no tenemos ciencia y tecnolo- gía, entonces el cuerpo institucional no es funcional. Por eso las universidades son las que cubren todas las áreas del conocimiento. La estigmatización de las ca- rreras no es adecuada, no se debe afirmar que una es más difícil o que la otra es más fácil, porque eso es un asunto subjetivo que depende de la percepción de cada quien, no es una condición propia del área o de la dis- ciplina, por lo tanto no creo que deban hacerse ese tipo de clasificaciones. La verdadera formación de un ser humano debe ser integral. Todo universitario debe ser sensible a las artes, debe saber en qué país vive, debe ser humanista, debe ser sensible a la música, es decir, ciudadanos en todo el sentido de la palabra. Por eso te- nemos que volver a los Estudios Generales donde todos los jóvenes que ingresen a la Universidad, y en general toda la comunidad universitaria, tengan sensibilidad a las artes, a las humanidades, a la ciencia, a la tecnolo- gía, y que cuando se decidan por un campo lo hagan con la consciencia de que ese va a ser su proyecto de vida, pero que de todas maneras tendrá que ver con el resto del mundo. La Universidad Nacional no puede ser napoleónica, tenemos que formar ciudadanos inte- grales y que cada miembro de nuestra comunidad que haya pasado por ella salga como una persona que ve el mundo de manera diferente. La reforma curricular que se implementó, y que está vigente actualmente, tenía esa intencionalidad, y está bien hecha por la manera como se concibió, pero le falta la savia de la forma- ción de ciudadanos integrales. Entonces, la idea es que si a un ingeniero le gusta el arte pueda profundizar en ello; o alguien que estudió arquitectura pueda después decir que quiere ser matemático o artista, es decir, que pueda tener una línea complementaria, que es la idea del componente flexible de los planes de estudio de la Universidad, o que pueda seguir profundizando en lo que hizo, lo cual es de absoluta libertad para cada uno.  Lo que me parece más importante es entender que no podemos estratificar las disciplinas ni las profesiones, que todos somos necesarios e importantes para el mundo. ¿Qué es lo que siento que ha pasado? que los cuantitativos, que son los que se dedican a lo que puede considerarse como un primer nivel de abstracción de conocimiento, son los que han definido las reglas en la Universidad. Pero el segundo nivel de abstracción, que corresponde a las ciencias humanas y, por decirlo de alguna manera, la conceptualización matemática, esa parte más teórica que es el segundo nivel de abstracción del conocimiento, no han encontrado los canales de comunicación adecuados. Por fortuna, los  artistas  han logrado acuerdos sobre la forma como podemos crecer en el arte y ya participan en convocatorias y en otros escenarios, pero si desde las ciencias humanas y las ciencias sociales no hay una reflexión sobre cómo quieren que los miren para mejorar, es muy difícil  que desde el primer nivel de abstracción lo puedan hacer. A mí me parece que nos ha faltado diálogo, porque tampoco hemos tenido encuentros para intentar uniformizar la Universidad, ni con las ciencias más duras,  ni  con  las  ingenierías,  sino  que  cada  una de las áreas tiene su propia dinámica y su propia forma para generar mejoramiento continuo. Nos falta mucho en ese diálogo y preferimos polarizarnos y pelearnos. Creo que el diálogo nos hace muchísima falta en la Universidad, y eso es lo que nos permite crecer en medio de la diferencia, que no puede ser una consigna, tiene que ser una realidad.  Profesora Dolly, ha sido muy grato y enriquecedor tener esta conversación con quien lidera los caminos de la Universidad Nacional de Colombia como primera rectora de la institución. Le agradecemos mucho su generosidad y haber aceptado esta entrevista, que constituye, sin duda, un aporte fundamental para la Revista de Extensión Cultural de la Sede Medellín.  [ Universidad Nacional de Colombia | Sede Medellín | 17 ] 

Entrevista a Dolly Montoya Castaño

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