En Tunja y Santafé, la prosperidad económica de los colonizadores, especialmente la de los beneficiados con la posesión de encomiendas, se basaba en el aprovechamiento de los recursos provenientes de las comunidades indígenas, especialmente de la mano de obra. Como expuso Villamarín, durante el siglo XVI los principales puntos de encuentro entre colonizadores e indígenas estuvieron relacionados con el trabajo. El trabajo funcionaba como forma de tributo en las encomiendas, pues durante una buena parte este siglo, las tasas de tributos elaboradas por la Corona imponían a las comunidades la obligación de cultivar para el encomendero labranzas de maíz, trigo, cebada y papas