El Mediterráneo es sin duda uno de los primeros destinos turísticos en el mundo, y todavía uno de los más relevantes. Ha sido el contexto geográfico de civilizaciones importantes, a pesar de haber sido un campo hostil de enfermedades y escasez, debido a los peligros del mar y a las malas infraestructuras. En aproximadamente un siglo, esta heterogénea pero compartida realidad se convirtió en un paisaje valorado, discretamente ocupado por resorts turísticos de élite de los años treinta, que en los sesenta evolucionó hacia
el conocido modelo de turismo de masas. Finalmente, en los ochenta, los expertos inventaron el eufemismo “destino turístico maduro”, con el fin de definir los productos insostenibles que irremediablemente deterioraban lo que a menudo era su único recurso: el paisaje. La frustración sobre el estereotipo “sol y playa”, –llamado por algunos “sol, playa y sexo”– condujo a una crisis que exigía un cambio de modelo. Se propusieron dos estrategias principales: la primera, el mejoramiento de la oferta existente, y la segunda, la promoción de formas alternativas de turismo, por ejemplo, cultural, rural o relacionado con la naturaleza.Peer Reviewe