A un proyecto de ley, reglamentario de la profesión médica y aprobado por la cámara de representantes, le ha introducido el senado de la república algunas modificaciones, cuya trascendencia y significado no pueden pasar inadvertidos y requieren por consecuencia algunos comentarios. Por demás estaría advertir que si voy a referirme a honorarios profesionales, no es precisamente la parte pecuniaria la que más importancia tiene, sino la relación que ella puede tener con et' decoro de un gremio de cuyo valor no parecen haberse dado cabal cuenta algunos honorables senadores

Torres Umaña, Calixto

Revista de la Facultad de Medicina

Spanish

LAReferencia - Red Federada de Repositorios Institucionales de Publicaciones Científicas Latinoamericanas

NOTA EDITORIALEN DEFENSA DEL GREMIO MEDICOPROFESOR AGREGADO CALIXTO TORRES UMA~ABOGOTAA un proyecto de ley, reglamentario de la profesión médica y apro-bado por la cámara de representantes, le ha introducido el senado dela república algunas modificaciones, cuya trascendencia y significadono pueden pasar inadvertidos y requieren por consecuencia algunos co-mentarios,Por demás estaría advertir que si voy a referirme a honorarios pro-fesionales, no es precisamente la parte pecuniaria la que más impor-tancia tiene, sino la relación que ella puede tener con et' decoro de ungremio de cuyo valor no parecen haberse dado cabal cuenta algunoshonorables senadores.El artículo que declara que la profesión médica es una función so-cial y que su ejercicio implica responsabilidades civiles y penales, tienedas 'parágrafos: uno que se refiere a la obligación en que está el médicode prestar sus servicios "en caso de peligro de muerte de un enfermo",y otro que dice textualmente: "Cuando se trate de personas solventes,el médico podrá hacer efectivos los honorarios con posterioridad a laprestación del servicio; cada infracción .a lo preceptuado en este ar-tículo será sancionada con la suspensión hasta por 6 meses en el ejer-cicio profesional, a juicio del ministerio de educación":Hay quienes aminoran un tanto la severidad de esta disposición,juzgando que las sanciones prescritas se refieren a quienes no atiendana los enfermos en peligro de muerte, y tengo la seguridad de que mu-chos de quienes las votaron lo entendieron así, pero el artículo, tal comoestá redactado, tiene en realidad tres partes: una principal, que consa-gra una doctrina, y dos accesorias, que se refieren a puntos que son laconsecuencia de aquélla, que por estar en dos párrafos diferentes se re-fieren a asuntos que deben considerarse aislados uno de otro y que notienen entre sí más relación que la de emanar de una misma doctrina:el primero impone la obligación de prestar los servicios en determi-nado caso y el segundo consagra el 'derecho a cobrar honorarios, delcual exceptúa a aquellas personas cuya solvencia no pueda comprobarse.Pudiera considerarse éste como un error de puntuación, y no va-688---------------------------------------------Revista de la Facultad de Medicina.liera él mucha preocupacicn a no ser por algunos conceptos referentesal gremio médico, expuestos en el curso de la sesión, conceptos que noparecen corresponder a una realidad, que debieran conocer, si deseanreferirse a ella, quienes poseen la alta responsabilidad que da la sena-turía de la república.Entiendo yo que la asistencia pública es cuestión del Estado, y nocarga para imponer a determinados ciudadanos', por el solo hecho depertenecer a determinada profesión; y si el Estado cumple con aqueldeber con todos los pueblos civilizados, no se ve razón para que deje' dehacerlo en Colombia, máxime en estos momentos en que tenemos ungobierno que ha querido sacar el problema de la asistencia pública delfondo oscuro de la indiferencia, para colocarlo a la altura de sus máxi-mas preocupaciones,Por otra parte, el cuerpo médico de Colombia ha venido llenandola función social que le corresponde no por cálculo egoísta, sino porsentimiento de solidaridad colectiva, no por obligación sino en virtudde cierto espíritu de apostolado que parece surgir de la misma calidadde conocimientos que integran una profesién cuyo fin es la protecciónde la vida, y por analogía, el consuelo de los que sufren en el alma lasduras repercusiones del dolor físico o moral.Por eso, cuando el comité nacional de la CIuz Roja llamó a losmédicos a prestar su colaboracié n gratuita, acudieron las más presti-giosas unidades del gremio a ofrecer sus servicios, de la manera másdesinteresada, en los distintos establecimientos de beneficencia que laCruz Roja fundó. De esta manera se atendieron los millares de niños queacudieron a los centros de protección infantil y a las salas-cunas, y losadultos que en no menor número llegan diariamente a los puestos desocorro.Fue un grupo de médicos quien fundó el Hospital de San José;entre los miembros de la junta de beneficiencia de Cundinamarca, a cu-yo interés y energía se debe la grandiosa obra del Hospital de la Hortúa,estaban los médicos como los más entusiastas trabajadores, y por últi-mo, al esfuerzo de un médico que le ha dedicado toda su vida a esta obra,~he Bogotá y el país ese magnífico hospital de niños que es el Hospitalde la Misericordia, donde, con excepción de algunos sueldos pequeños,con que se paga la parte docente, que depende de la Facultad de Medi-cina, todo el personal científico presta sus servicios de manera gratuita,como lo presta en el Hospital de San José, donde sólo reciben sueldoslos internos, pagados por los mismos fundadores, como se presta enel asilo de indigentes y .en muchos establecimientos de beneficenciade la ciudad donde hay algún médico que receta de manera gratu'ta; ylo que pasa en la capital de la república sucede en todas partes delraís, donde se puede garantizar que serán muy pocos los médicos queno den consultas gratis a los pobres. Qué sería de la asistencia públicaVolumen IV, No 11, mayo 1936. 689si los médicos que le prestan su concurso desinteresado le retiraran es-te apoyo?Pero se ha dicho aquí, donde el sofisma surge de manera exube-berante, que los hechos, semejantes a lo anotados, son una razón paraconsagrarlos en una ley, es decir que el hecho de prestar un serviciopor favor, es una razón para convertirlo en obligación.Más no es esto sólo, sino que el médico, más que profesionalalgu-no, está completamente a merced de la buena fe de sus clientes, y yo noconozco caso alguno (deben ser muy raros, si los hay) en que la justi-cia haya obligado a alguien a pagar una cuenta de honorarios médicos,lo que sí ocurre con otras profesiones, y escasos han de ser los hechosde que alguien habló en el senado, de médicos que cobran con antici-pación sus servicios, porque la profesión médica imprime cierto carác-ter de dignidad y de delicadeza que impide la adopción de esta cos-tumbre aceptada universalmente en toda prestación de servicios.Esta sección de la asistencia pública está organizada en Alemaniapor lo que allí se llama las Cajas de enfermos y Cajas de inválidos, alas cuales están afiliados todos los obreros y trabajadores del país, don-de se presta toda clase de servicios médicos a la clase pobre. En Franciaexiste una organización para el servicio médico, con oficinas disemi-nadas en los distintos barrios de las distintas poblaciones. Allí puedeir a solicitar médico todo el que lo necesite, y si la persona no tiene re-cursos, recibe los servicios gratuitos, pero no son los médicos quieneslos pagan sino el Estado mismo. En la Unión de las Repúblicas Sovié-ticas hay una de las mejores organizaciones para servicios de urgencia,consultas y hospitalizaciones, pagadas, naturalmente, por el Estado, Nosé que exista en otra parte el sistema ideado por los proponentes delsenado de Colombia.Ampliando este mismo concepto podríamos declarar función socialla abogacía, por ejemplo, pues siendo el dinero elemento indispensablepara la vida, es natural que pueda exigirse a los abogados que pres-ten sus servicios, dejándoles el derecho de demostrar que sus clientesson personas solventes, y si tal logran, que les cobren:Pero desde que la ley autorice para no pagar un servicio, siquierasea en la forma más remota y más justa, veremos cómo surgen los pre-textos para estafar a los profesionales, aquí donde los médicos no tie-nen más defensa que no prestarles más servicios a quienes teniendo conqué no les pagan, aquí donde los escrúpulos escacean en no pequeñonúmero de conciencias, veremos a los más reputados y más honorablesgalenos, distribuyendo su tiempo entre atender llamadas de -indíviduosso pretexto de que están en peligro de muerte, y atender a los juiciostendientes a demostrar que las gentes de su "nueva clientela" son per-sonas solventes,No sé por qué existe en muchos individuos extraños a nuestra pro-fesión la preocupación de que la medicina es una de las carreras más690 Revista de la Facultad de Medicina.remuneradoras, SIn parar mientes en que nuestros más reputados maes-tros llegan al final de sus días, tras una vida llena de trabajo y de pre-ocupaciones, sin dejar patrimonio alguno a sus deudos.Hay muchos entre nuestros médicos cuyo cerebro contiene un arosenal de ideas suficiente para darle brillo a la patria en el exterior siel tráfago permanente les permitiera estampar aquellas ideas en libroso en artículos. Más aquí en Bogotá ha ocurrido más de una vez quecuando la enfermedad detiene algunos días la lucha jornalera de algu-no de aquellos hombres eminentes, ha habido necesidad de que los co-legas intervengan, para impedir que llegue la escasez dolorosa al hogardel compañero y del maestro.Curiosos brotes los de este país, donde los rateros y atracadores,cuyo nombre se publica a diario por la prensa con las noticias de 'susfechorías, están registrados en la policía y siguen viviendo de la pro-piedad ajena, sin que la ley, según se dice, pueda hacer otra cosa queun simulacro de proceso para dejarlos en libertad. Curiosos brotes losde este país donde el más monstruoso atentado contra la vida del indi-viduo y de la especie, el tráfico ilícito de drogas heroicas, que sufre lapena de muerte en Rusia y presidio en todas partes, no ha llegado aquía la categoría de delito; y en medio del clamor público por las sancio-nes efectivas, deja escapar la ley la sanción efectiva contra uno de losgremios más respetables y abnegados del país.Muy lejos del cuerpo médico está la idea de eludir las responsa-bilidades que debe acarrear la violación de las normas de deontologíaprofesional. Mas para eso existen los códigos especiales y las entidadesencargadas de hacerlos cumplir; el cuerpo médico de Colombia se hadado el suyo, y está fundada la Federación médica, reconocida por laley que se discute, encargada de imponer las sanciones que por su na-turaleza requieren un personal competente en ciencias médicas.Lejos de mí está el pretender hacer cargo alguno al senado de larepública. Yo bien sé que hay allí una gran mayoría de hombres decriterio justiciero, que con los senadores Cárdenas y Samper acompa-ñan a los médicos parlamentarios; pero sé también el desconcierto quecausa la bomba de ciertos sofismas lanzada consciente o inconsciente-mente en el seno de una deliberación; desconcierto que llega a veceshasta anular transitoriamente el orden de las ideas, como las densaspolvaredas que ocultan la dirección de los caminos. No logra ella pro-ducir siempre el cambio de ideas en los circunstantes cuando, comoen el caso actual, las llevan muy hondo en los centros de la conciencia;pero no siempre es fácil exteriorizar en el momento, en forma precisa,la reacción que surge en la intimidad de nuestro criterio; y ante laimprecisión de los términos improvisados, para atender a la imposi-ción transaccional -que casi siempre exigen las decisiones colecti-vas-, suele dejar su rastro el error, lanzado por la incomprensión opor la audacia.Volumen IV, No 11, mayo 1936. 691Me he atrevido, pues, a expresar mi pensamiento, no tanto parahacer insinuación alguna a quienes, con el mayor decoro y competen-cia, defienden como nadie los intereses de la justicia en el parlamento,sino para no dejar pasar la oportunidad de expresar una rectificaciónante el público de hechos que, aunque estén incrustados en el propiocorazón de las clases proletarias de Colombia, parecen ignorados porlos que se dicen paladines de las ideas reivindícadoras,

Nota editorial: en defensa del gremio médico

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