research

Los ejércitos coloniales y la crisis del imperio español, 1808-1810

Abstract

Para los historiadores resulta cada vez más claro que la transformación de las colonias hispanoamericanas en Estados independientes se originó en la inesperada caída de la monarquía borbónica de España en 1808, y no en movimientos protonacionalistas de larga data alimentados por conflictos sociales y económicos en de las colonias. Como resultado de este cambio de perspectiva, ha resurgido el interés por lo contingente y se ha otorgado una renovada importancia a la política de la crisis.1 Sin embargo, un tema ha permanecido relativamente olvidado: la actitud y el comportamiento de las fuerzas militares españolas durante los años críticos de 1808 a 1810, cuando la monarquía española se vio envuelta en una crisis generalizada.2 Quizás este olvido sea comprensible por la profundidad y las múltiples dimensiones de la crisis española en esos años, y por el hecho de que España fue incapaz de proyectar su poder militar a través del Atlántico. Derrotada su flota en Trafalgar a manos de los británicos en 1805 , y su ejército en su propio territorio a manos de los franceses en 1809, España no estaba en condiciones de enviar refuerzos a cruzar el Atlántico y reprimir los desacatos contra sus gobiernos coloniales en América. Esta debilidad contrasta marcadamente con la posición de los británicos ante la declaración de independencia de los colonos norteamericanos en 1776. En ese entonces, Gran Bretaña se hallaba en el apogeo de su poder y contaba con grandes ejércitos listos para reprimir la rebelión colonial y respaldados por sólidas líneas de abastecimiento marítimo para la metrópoli; España, por el contrario, se hallaba en decadencia y su autoridad se vio cada vez más amenazada conforme la crisis en la Península se extendía a América durante el período de 1808 a 1810. Ocupada por los ejércitos franceses y con un gobierno interino de dudosa autoridad que se oponía a las fuerzas invasoras, España tuvo que dejar que sus gobiernos coloniales defendieran sus propios puestos con los recursos que tuvieran a la mano, incluidos por supuesto los soldados profesionales y los hombres de milicia que estaban bajo su mando

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