research

La frágil construcción de la democracia en la Grecia Antigua y la búsqueda del orden en la teoría democrática moderna y contemporánea

Abstract

Greek thinkers were conscious that all human work is futile and unsubstantial and, consequently, that the order reached for democracy is unstable. Moreover, the disorder can return at any time. Modern and contemporary theorists inherit this dialectic order-chaos, but with different variations and nuances. In this sense, only Machiavelli, Montesquieu, Dahl, Gutmann and Thompson seem to have understood the old helena lesson, namely that democracy is, in its essence, unstable. The other theorists, have forgotten it and have tried to allot absolute values to democracy, or -in the case of postmodern-denied any possibility even unstable of order, of grounds and understanding. But from the comparison between the old and current thoughts on this form of government, can also be extracted deep and solid inheritances as well as unavoidable differences. And, ultimately it is revealed that the classical and contemporary democracy evolve from absolute to other related concepts, which leaves us in the air a disturbing question: if the Greek democracy precisely finished because of relativism, extreme polarization and crisis, what can happen with current democracy-if we do not put remedy-as it is marked by a relativism even greater than the Greek, by an abysmal polarization and a sharp and widespread institutional crisis, political, economic and sociological.Los pensadores griegos fueron conscientes de que toda obra humana es fútil e insustancial y, consecuentemente, que el orden alcanzado por la democracia es inestable; es más, que el desorden puede volver en cualquier momento. Los teóricos modernos y contemporáneos heredan esta dialéctica orden-caos, si bien con diversas variantes y matizaciones. En este sentido, únicamente Maquiavelo, Montesquieu, Dahl, Gutmann y Thompson parecen haber entendido la vieja enseñanza helena, esto es, que la democracia es, en su esencia, inestable. El resto de teóricos, la han olvidado y han pretendido adjudicar a la democracia valores absolutos, o bien –en el caso de los posmodernos– le niegan toda posibilidad de orden aunque sea inestable, de fundamentos y de comprensión. Pero, de la comparativa entre las antiguas y actuales reflexiones sobre esta forma de gobierno, se extraen también profundas y sólidas herencias recibidas, así como diferencias insoslayables. Y, en último extremo, se revela que la democracia clásica y la contemporánea evolucionan desde concepciones absolutas hacia otras relativas, lo cual nos deja en el aire una inquietante pregunta: si el régimen democrático heleno acabó precisamente por el relativismo, la polarización extrema y la crisis, ¿qué puede ocurrir con la democracia actual –si no le ponemos remedio– en tanto que está marcada por un relativismo todavía mayor que el griego, por una abismal polarización y por una aguda y generalizada crisis institucional, política, económica y sociológica

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