En el siglo XVIII, a la par de las preocupaciones con relación a un destino pragmático para las Artes, el dibujo, entendido como disciplina del espíritu, se afianza también como instrumento privilegiado del conocimiento, no sólo en la formación de artistas sino también en la educación de una aristocracia ilustrada". Al considerarse la Geometría como base primera de la ciencia del dibujo, de acuerdo con los supuestos neoclásicos, se establece una relación idealizada con la Naturaleza, basada en una mirada normalizadora. Se oponen así las nociones de Bello ideal (vinculada a la abstracción inteligible y selectiva) y de Bello natural (vinculada a una aprehensión más sensible de las formas), y el dibujo se revela como posibilidad de conocimiento intermediario entre esos polos
