A partir del siglo XVIII la psiquiatría focaliza su interés por constituirse como discurso científico, como discurso de la verdad acerca de la locura. Hacia 1845, en Alemania, Wilhelm Griesinger, sostiene que las enfermedades mentales son enfermedades del cerebro y propulsa un programa de investigación sobre patología cerebral que busca localizar las regiones asociadas con esta clase de trastornos. "Para Griesinger resultaba de crucial importancia que el estudio de la enfermedad mental no se aislara de la medicina general sino que se mantuviera como una parte integral de ella" (Porter, 2003).Theodor Meynert, propone algo después una clasificación de la enfermedad mental basada en criterios histopatológícos y Carl Wemike, a partir de sus descubrimientos de la localización cerebral de las regiones responsables de la afasia, reauima un intento por relacionar los síntomas psiquiátricos con anormalidades en el funcionamiento cerebral. Esta psiquiatría temprana puso el acento en el cerebro, sus afecciones y funciones
básicas, recurriendo en toda instancia a explicaciones nervo-fisiológícas y biológicas y a taxonomías basadas en la etiología, la semíología y la prognosis de la enfermedad . Conviven en todo este período dos discursos, uno anátomo-patológico y otro nosográfico que buscaba caracterizar los síntomas psiquiátricos ordenándolos a partir del estudio de las funciones
psicológicas básicas y sus anormalidades; desde ambas perspectivas se crearon lenguajes clasificatorios que intentaban describir a la locura como un conjunto de enfermedades que presentaba, cada una, una sintomatología y una evolución, aspectos diagnósticos, etiológicos y de prognosis (Foucault, 2003)