Las grandes obras literarias, aun aquellas que por su originalidad parecen desprenderse del lastre del tiempo y adelantarse a su época, no obstante ello conservan siempre el color de la tierra en que nacieron, la frescura de las aguas que las nutrieron. Toda obra valiosa — que por serlo, parece flotar en una atmósfera de intemporalidad— nace, sin embargo, en un espacio y un tiempo determinados, que dejan signados en sus flancos un lugar y una fecha. De ese modo, la imagen más o menos acabada del proceso histórico, de la evolución de un pueblo, surge nítida y patente de aquellas que son su producto, que concibió la misma matriz.
Así, Facundo, Martín Fierro y Don Segundo Sombra, no obstante su palpable disimilitud, trazan el itinerario ideal de un ciclo completo de la concreta realidad de nuestro país en una determinada área geográfico-histórico-social y cultural: la del campo argentino. La genial visión del ensayo de Sarmiento, la obra maestra de la poesía gauchesca y la moderna y hermosa novela de Güiraldes, huellan el áspero camino recorrido durante la centuria anterior y parte de la presente. Un ciclo completo de evolución: una realidad en continuo cambio y, en el cambio, y a través del cambio, lo permanente en su esencia.Universidad Nacional de La Plat