En estos tiempos de “cambio”, frente a la intensa agresión al trabajo intelectual
en el ámbito de la producción cultural, resulta prioritario fortalecer los lazos
de participación y comunicación al interior de nuestra comunidad académica
para responder de manera colectiva, firme y digna, a los embates contra
el patrimonio cultural, su defensa e investigación. En tal sentido, nuestra revista
puede servir también como vehículo para canalizar esfuerzos e inquietudes.
Sea esta, pues, una invitación y un abrazo solidario.
El presente número es particularmente rico, tanto por la cantidad de trabajos
como por su contenido. Siguiendo el acostumbrado arreglo cronológico, el
primer artículo trata de una ocupación Clovis en un sitio de la sierra de Hidalgo,
y mediante la descripción de las industrias líticas y la definición de áreas
de actividad se formulan propuestas sobre las modalidades sociales del poblamiento
de fines del Pleistoceno.
La siguiente aportación, de Carmen Rodríguez y Ponciano Ortiz, reporta el
sobresaliente hallazgo de un bloque labrado olmeca, en el estilo de una “piedra
Rosetta”, cuya descripción y análisis semiótico seguramente llevarán a la
reconsideración de las expresiones “formativas” de Mesoamérica.
Julie Gazzola, quien estudia la lapidaria en el barrio de La Ventilla en Teotihuacán,
durante las fases Tlamimilolpa y Metepec desde la perspectiva de
las cadenas operativas y de las áreas de actividad, realiza propuestas sobre la
estructura del trabajo y su papel en la organización social.
El artículo sobre Tamohí, una revisión de la arquitectura característica de
esta región, es otra de las importantes aportaciones de Diana Zaragoza al conocimiento
de las Huastecas, y además permite hacer acopio de datos originales.
En tanto, Ma. de Jesús Sánchez y sus colaboradores nos presentan el estudio
de uno de los barrios que conformaban México-Tenochtitlan, en este caso
el de Cotolco.
Pasando al periodo colonial, Carlos Salas nos ofrece una faceta más de los
trabajos realizados en la ex iglesia de La Encarnación, con la riqueza de sus contextos
funerarios.
El artículo de Roberto Martínez y Ramón Viñas es un interesante trabajo
sobre la persistencia de antiguos símbolos en la cosmovisión mesoamericana,
con su revisión comparativa de las imágenes de la serpiente cornuda desde el
noroeste hasta el sureste de México, así como de los antiguos mitos americanos
que se refieren a ella.
De Alberto Cravioto incluimos un breve trabajo sobre la ubicación de emplazamientos
prehispánicos en el sur del estado de Puebla, por medio de fuentes
y técnicas arqueológicas.
Adolphus Langenscheidt hace una serie de consideraciones geológicas, petrográficas
y técnicas acerca de varios tipos de rocas y minerales, y su papel
potencial como abrasivos en la lapidaria mesoamericana.
Finalmente, la sección de artículos concluye con el de María Teresa Muñoz
y José Carlos Castañeda, quienes ofrecen un estudio comparativo de lo que
denominan “culto fálico” en Mesoamérica y el Antiguo Egipto.
Una vez más consideramos cumplida la misión de llevar hasta ustedes una
muestra del trabajo actual en Arqueología, en la cual se reflejan las condiciones
en que se ejerce esta disciplina en México. Estamos seguros que este material
apoyará nuestro desempeño profesional y seguirá alimentando estimulantes
y productivas discusiones. Sólo queda renovar nuestro exhorto para que
nos envíen sus colaboraciones y participen más activamente en la vida de la
revista.</p