Martínez Arnaldos, Manuel

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Revistas Científicas de la Universidad de Murcia

399Estudios Románicos, Volumen 32, 2023, pp. 399-403ISSN: 0210-4911eISSN: 1989-614XLA LOCURA CELESTIAL DE SAN JUAN DE LA CRUZSalvador García JiménezBerlín, Iliada Ediciones, 2021, 254 p.(ISBN: 979-8778849082) Manuel Martínez Arnaldos*1 Blanca Escobar Mengual**2Universidad de MurciaEn un sugestivo y muy elaborado quehacer narrativo, incardinado en el proceso psi-coanalítico de la introyección y en concordancia, a la vez, con la identificación proyectiva, Salvador García Jiménez asimila y fantasea con el particular modelo que nos ofrece la figura de San Juan de la Cruz. La personalidad y el temperamento de éste queda enmarcado por una serie de identificaciones psíquicas, subjetivas y objetivas que determinan una adecuada interpretación por parte del lector de tan enjundioso fraile; así como la impronta y naturaleza de su producción literaria que transita oportuna y seductora a lo largo de todas las páginas del libro. Un proceder literario que afecta, por una parte, al manejo de la extensa bibliografía existente, sin descartar, suponemos, algún tratado hagiográfico, en torno a la vida y obra de San Juan de la Cruz, y, por otra, en referencia al estilo; por cuanto nuestro autor procura una vinculación con el imaginario renacentista en lo que atañe al prototipo de escritura, ya sea en la conformación sintáctica, morfológica, léxica, o retórica (destacando los numerosos recursos o figuras retóricas que inundan al texto). Faceta que pone de relieve la versatilidad escritural de S. García Jiménez a la hora de novelar biografías de distintas épocas. Pero a la par que se desarrolla la ficción sobre la vida de San Juan de la Cruz, a través de sus andanzas religiosas y aventuras espirituales subyace, con interés no desprovisto de rigor histórico, un rico patrimonio cultural, “turístico” y social de indudable atractivo para el lector. Consideraciones generales que, en el caso que nos ocupa, adquieren singularidad na-rrativa en tanto que S. García Jiménez, según la aludida identificación proyectiva, asume o se asimila la función de sujeto narrador respecto al Otro (San Juan de la Cruz). Y mediante un procedimiento circular narrativo permite al lector un mejor conocimiento de la trama o distorsiones temporales de las diversas peripecias en las que el fraile se ve envuelto. Ya sea anticipando algunos episodios (prolepsis narrativa) o bien posponiéndolos (analepsis o * Facultad de Letras. Universidad de Murcia (mmarnald@um.es).** Facultad de Letras. Universidad de Murcia (blanca.escobar@um.es). 400Manuel Martínez Arnaldos / Universidad de MurciaBlanca Escobar Mengual / Universidad de MurciaEstudios Románicos, Volumen 32, 2023, pp. 399-403flash-back). Técnica con la que consigue transmitir su propia visión ante otras estimaciones biográficas. Explora el marco de lo real histórico y ensancha el entorno de lo imaginable. En la ciudad de Úbeda, con fechas del 29 de septiembre y 14 de diciembre de 1591, se abre y cierra el círculo del relato. El cual se configura como una especie de corona en la que se insertan, a modo de elocuentes estrellas, diecisiete apartados con su correspondiente cronología. Apartados en los que se advierte la habilidad estilística y conceptual de S. Gar-cía Jiménez para acogerse a rasgos que encontramos en el Expresionismo alemán, de las primeras décadas del siglo XX, en los que prima la expresión de los propios sentimientos, tales serían la soledad y la amargura, como reflejo del mundo interior de Fray Juan, tanto o más que la realidad objetiva. Lo que se compagina con notas renacentistas como la belleza idealizada o los espacios bucólicos e idílicos. Evocaciones, ensoñaciones, temores y dudas, aflicción y tristeza, embargan a Fray Juan según constatamos en los tres primeros apartados: «El mar, una sola lágrima de Dios» (Úbe-da, 29 de septiembre de 1591), «Coro de náufragos» (Puerto de Cádiz, 10 de julio de 1591), y «El último sueño: Cántico en Nueva España» (México, 16 de octubre de 1591). En ellos, enfermo y próximo a la muerte, confinado en una angosta celda, rememora oprobios e in-justicias padecidas, y la preocupación por el «destierro» a las Indias que se le impone. Un viaje a tierras desconocidas que, por los excesos de la fiebre que padece, le llevan a soñar en las penalidades de la travesía marítima y en cómo serán las nuevas tierras a las que arribe, y que no son otras que las de México. Las cuales, en el onirismo que le atenaza, son descritas con un ritmo narrativo ágil y exuberante retórica, afín a su estado de ánimo y peculiaridades de la Nueva España (nombres de aves y árboles exóticos, y lugares típicos), en una mezcla de ilusión y realidad.Y tras el delirio, preludio de su muerte, en los apartados siguientes se impone la reali-dad de sus vivencias de forma alternativa en el círculo del relato. Así, en «Tentaciones del nardo» (Caravaca, noviembre de 1579) hallamos a Fray Juan camino de Caravaca de la Cruz, requerido para realizar un exorcismo a una monja. Pero a diferencia del aludido ritmo narrativo fulgurante de los dos apartados anteriores, en el presente, y en los sucesivos, la na-rración se atempera y acomoda, en pertinentes ocasiones, a la lengua natural y a la romance de la época, en la que destacan textos latinos que confieren una cierta adecuación al sentido socio-religioso y caracterización renacentista en tránsito hacia el Barroco. Inicia, pues, Fray Juan el camino, en compañía de Fray Inocencio de San Andrés, «Des-pués de calarnos los sombreros y empuñar los báculos, con el Breviario, dos panes y cuatro granadas que nos sabrían a maná en la taleguilla…» (pp. 33-34). Un peregrinar hacia Cara-vaca, narrado a modo de aventura por las incidencias que padecen. Siendo de interés, para biógrafos y lectores, el trayecto o ruta «turística» que nos ofrece S. García Jiménez, cono-cedor de la zona geográfica, asumiendo, en este caso, la condición de autor implícito que modela sutilmente al narrador. Por lo que al no recordar Fray Juan el trayecto a seguir, una vez pasado Beas del Segura, es «informado» con breve y peculiar descripción de los lugares a proseguir: Hornos del Segura, Santiago de la Espada, Nerpio, Sabinar, Calar de la Santa, y Archivel. Y una vez coronado el cerro de la Cueva del Moro, divisan el castillo-fortaleza de Caravaca. Llegados a Caravaca visitan el convento de las hermanas carmelitas, donde procede al exorcismo de una hermana profesa y a la posterior confesión de las hermanas. Se 401LA LOCURA CELESTIAL DE SAN JUAN DE LA CRUZ - Salvador García JiménezEstudios Románicos, Volumen 32, 2023, pp. 399-403hospeda en una humilde vivienda próxima al lugar donde se baña el Lignum Crucis. Funda el convento de los carmelitas descalzos y se dirige a adorar, en la iglesia del castillo, a la Santísima y Vera Cruz. Una villa apreciada por Fray Juan que visita en siete ocasiones y que le sirve de inspiración, pues comprueba «que el azul del cielo de Caravaca era más tierno y brillante que el de Castilla y Andalucía.» (p. 53). De nuevo en la región de Murcia, pero ahora en Murcia capital, en septiembre de 1585, en el apartado «Ana de la Trinidad», encontramos a Fray Juan para comprobar la denuncia que dos hermanas del convento de Beas de Segura formulan contra la hermana Ana de la Trinidad, ante la Inquisición o tribunal del Santo Oficio de Murcia. Un apartado que se abre con el texto del alegato de las denunciantes que constituye un ejemplo de la destreza y sen-sibilidad descriptiva de S. García Jiménez a la hora de exponer, con un fino erotismo verbal, el tránsito de lo humano a lo divino, de lo corporal a lo espiritual, de lo erótico a lo místico. Una vivencia erótica como experiencia interior en busca del Amado. En el apartado siguiente se hace referencia a la macabra búsqueda de calaveras que luego los frailes piensan destinar a cuencos para beber y a las rígidas reglas que se imponen, entre ellas las del silencio, según el libro de San Juan Clímaco «Scala Paradisi», lo que tiene lu-gar en Durango (Ávila), (28 de noviembre de 1568). Mientras que en el apartado «Creen que una capa blanca es para levitar» (Los Mártires, Granada, octubre de 1582), se da noticias sobre levitaciones, como la atribuida al franciscano Fray Andrés de Hibernón, que moraba en el monasterio de Santa Ana de Jumilla, al que tiraban piedras para que bajase, pues su vuelo de levitación era muy alto. Un rasgo que presta humor e ironía al relato. Un proceder narrativo que conexiona y regula el proceso discursivo del relato mediante la enunciación que subraya los factores de tiempo y espacio, se advierte en los apartados; «Tres fechas en la piedra rosada» (1564, 24 de marzo, 1568), y «Escuchando una voz lejanísima» (Medina del Campo, 28 de agosto de 1560). Mientras que en el primero encontramos a Fray Juan, estudiante en Salamanca, recibiendo las enseñanzas, en especial, de Fray Luis de León; en el segundo, el narrador Fray Juan cede la voz indirectamente a su hermano, para que éste nos informe sobre la niñez de Fray Juan en Fontiveros, Muriel, y Medina del Campo.El fino erotismo cuasi extático, a propósito de los tormentos físicos que sufre Ana de la Trinidad, se acentúa en un paroxismo extremo tendente al sadismo en el caso de Fray Juan, que es sometido a múltiples disciplinas y vejaciones, en presencia de toda la comunidad religiosa, por la insidia del Padre Maldonado y el Padre Tostado, al perseverar en sus creen-cias sobre la regla de los carmelitas descalzos, se nos expone en «Zarzal de acero» (Toledo, 1578). Por su inquebrantable decisión es encerrado en una inmunda celda de la que consigue escapar una noche. Tras su huida se refugia en el convento de las carmelitas de San José. Es llevado a un hospital para que le curen las heridas y luego reposa, algo más de un mes, con el temor a ser descubierto, en los aposentos de su benefactor don Pedro de Mendoza, canónigo de la Santa Iglesia de Toledo, quien posteriormente le lleva a visitar al Greco para poder contemplar su pintura. Un pasaje trepidante de connotaciones fílmicas; emparentado en sus inicios a una secuencia de cine negro o de terror, que se atenúa o ralentiza con el fundido encadenado, o mejor diríamos cortinillas, que suponen los versos alusivos a la fuga, y que finaliza con la feliz estancia en casa de don Pedro de Mendoza y la admiración del color y «mística» luz del cielo de los óleos del Greco402Manuel Martínez Arnaldos / Universidad de MurciaBlanca Escobar Mengual / Universidad de MurciaEstudios Románicos, Volumen 32, 2023, pp. 399-403El liberalismo y tolerancia religiosa que anidan en Fray Juan, frente a los excesos in-quisitoriales de la época, se corrobora, en fechas previas a su muerte, por la absolución que concede a una mujer adultera («Terciopelo ajado», Úbeda, 25 de noviembre de 1591). Un carácter comprensivo y altura de miras que es consustancial a la condición humana y espiri-tual de Fray Juan, como se nos muestra en el apartado «Tinta para delirios» (Granada, 1580). Si, por un lado, no son muy de su agrado los versos leídos por Góngora durante una velada a la que es invitado, por otro no tiene el menor reparo en valorar y quedar fascinado por los libros ocultos de la biblioteca de don Diego Hurtado de Mendoza, escritos por árabes, como, por ejemplo, La perla preciosa del morisco murciano Ibn Arabí. En «Los dioses parleros» (Baeza, 26 de febrero de 1579), Fray Juan acude a Baeza para atender a los numerosos frai-les afectados por la epidemia de un «catarro maligno». Por lo cual se dirige a la Universidad en busca del doctor Huarte de San Juan, para que atienda a sus frailes. Un médico por el que no siente especial simpatía, pues a modo de pago por sus curas exige a Fray Juan que le «explique su experiencia sobre la fisiología del éxtasis, porque Vuestra Reverencia ha sido testigo de más raptos que nadie.» (p. 189). En mayo de 1585, Fray Juan asiste al Capítulo de Lisboa («Navegaçao pello ceo»). Circunstancia que comporta una deliciosa descripción desde su salida de Sevilla y los lugares y ciudades por las que pasa (Córdoba, Llerena, Ba-dajoz, y Yerves) hasta llegar a Lisboa. En ella se encuentra con el Padre Gracián, también asistente al Capítulo, y se nos exponen todas las vicisitudes y controversias que tienen lugar durante la celebración del Capítulo. Y un vivo contraste se nos presenta en el siguiente apartado «L´altra fiamma viva» (Monte Paloma - Murcia -, abril de 1578), por medio de los más insólitos delirios, en ocasiones provistos de humor, como la imaginaria entrevista de un ermitaño con Felipe II; un eremita de origen italiano que recala en una ermita del Reino de Murcia, y en cuyo oratorio esculpe una imagen de la Virgen a la que llamó Paloma. En los apartados finales, «Que le di a la caza alcance» (Úbeda, 10 de diciembre de 1591), enfermo y cercano a la muerte, rememora las insidias que sufrió por parte de Fray Juan Evangelista, elocuente predicador, quien le recrimina faltas y pecados no cometidos (algu-nos de matiz erótico); lo que acrecienta su dolencia física y angustia espiritual. Y se cierra el círculo vital y narrativo en torno a San Juan de la Cruz en «Alba y Úbeda». En Úbeda fallece el 14 de diciembre de 1591 recordando a la Madre Teresa y a unos versos de su Cántico que apenas puede pronunciar. Y fechado en Alba de Tormes, el 26 y 27 de septiembre de 1582, se reproduce su última carta a Jesús o testamento vital. Un conjunto de apartados que de manera deliberada hemos anotado y descrito sucinta-mente en su totalidad, puesto que presentan similitudes o analogías en el interior del mismo círculo o circuito comunicativo. Ya sea, como antes hemos anotado, por medio de analepsis o de prolepsis que dinamizan el relato. Apartados que con un adecuado rigor crítico-literario debemos calificar de motivos o unidades temáticas menores por su estrecha relación con el tema que nos propone S. García Jiménez. Unos motivos que por su reiteración ayudan a la mejor comprensión del espíritu místico de San Juan de la Cruz. Motivos que, con destreza, son expuestos de forma dinámica o bien estática (pausas descriptivas). Motivos que desde una perspectiva psicoanalítica son un impulso anímico del subconsciente o ensoñaciones de Fray Juan, por lo que éste se convierte en un símbolo condensado por sus múltiples relacio-nes y vivencias.403LA LOCURA CELESTIAL DE SAN JUAN DE LA CRUZ - Salvador García JiménezEstudios Románicos, Volumen 32, 2023, pp. 399-403Motivos, pues, que en su mayor o menor autonomía componen el tema. Pero, a la vez, suponen un rico sustrato enciclopédico que aporta la máxima verosimilitud e historicidad a la biografía novelada de San Juan de la Cruz. Los nombres de afamados literatos de la época, de ciudades y espacios geográficos, expresiones y vocablos específicos del periodo tratado esmaltan las páginas del libro confiriendo erudición y deleite para el lector. Obra imprescindible para una renovada y enjundiosa interpretación de San Juan de la Cruz y de su época.

La locura celestial de San Juan de la Cruz

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La locura celestial de San Juan de la Cruz

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