¿Puede un científico confiar en que el gobierno le va a pagar
honestamente? En la relación entre la ciencia y el Estado, el gobernante
sale ganando si no paga (o si no paga honradamente). Todo
científico público, así, afronta el riesgo de que tras una carrera larga
y difícil el gobernante cambie las reglas del juego. A pesar de que la
solución a este problema de credibilidad es lo que da forma a las instituciones
de la ciencia pública el problema ha sido rara vez estudiado
teórica o empíricamente en los estudios de la ciencia. En este trabajo
proponemos un modelo de esa relación entre gobiernos y científicos de acuerdo con la teoría de juegos que muestra la importancia
del tipo de contrato que los vincula, el que sea más o menos burocrático
en un sentido weberiano. Hasta cierto punto, los contratos burocráticos
—como los de los funcionarios— protegen a los científicos
contra el mal comportamiento de los gobernantes. Mediante esas reglas
burocráticas, los contratos atan las manos del gobierno con lo
que se hace creíble su compromiso a la vez que se protege el delicado
sistema de recompensas de la ciencia. De esta manera se estimula la
productividad tanto en calidad como en cantidad. Sin embargo,
cuando se da el caso de gobiernos fiables los contratos burocráticos
limitan los sistemas de incentivos y van en contra tanto de la receptividad
de los científicos a las demandas de los gobiernos o de la sociedad
como, al final, al interés de los gobiernos por el producto que
ofrecen. En este trabajo utilizamos evidencia comparada entre países
que confirma las proposiciones del modelo teórico y muestra cómo
los contratos burocráticos estimulan la productividad científica en el
caso de gobiernos poco confiables —como en el caso de las dictaduras—
pero limitan esa productividad con gobiernos más fiables —
como las democracias—