Abstract

El principal efecto en la enseñanza a partir de la declaración de la pandemia fue la transición urgente y sin planificación previa a modalidades de enseñanza remota de emergencia. La desigual capacidad para el desarrollo de enseñanza remota de emergencia con que la pandemia sorprendió a países e instituciones del nivel superior, tiene su correlato en los desiguales resultados y los desafíos que tuvieron que superar. La supresión de la presencialidad, que se presentó inicialmente como breve, en muchos países de la región, superó las 40 semanas y se trata del cierre más prolongado a nivel mundial. La primera reacción de las instituciones fue la conformación de comités de crisis para hacer frente a la emergencia y garantizar la continuidad de la enseñanza de manera remota. La pandemia COVID-19 obligó a que las instituciones universitarias llevaran adelante una serie de esfuerzos institucionales, académicos, tecnológicos, etc., que no estaban en sus agendas y para los cuales, en muchos casos, no había preparación previa. Estos esfuerzos no se presentaron de manera equilibrada en el panorama regional. Si bien las universidades de la región utilizaban plataformas virtuales de apoyo a la enseñanza desde antes de la pandemia, estas no eran en su mayoría propuestas institucionales, sino iniciativas individuales. Esta fue la base de la continuidad pedagógica durante la emergencia y a medida que el cierre de la presencialidad se prolongó, las instituciones fueron fortaleciendo las propuestas pedagógicas remotas de emergencia a nivel institucional, incorporando herramientas e instancias de formación docente. Para favorecer la continuidad pedagógica, las universidades a nivel institucional no propusieron una única metodología, dejando estas decisiones de uso de las aulas virtuales al profesorado, desde donde se dictaron mayoritariamente clases sincrónicas virtualizadas, al menos en una primera instancia. Si bien se evidencian los esfuerzos de las IES para ofrecer soporte a la comunidad universitaria con el objetivo de garantizar la continuidad pedagógica en las mejores condiciones, existen limitaciones de orden tecnológico, ya sea de conectividad o equipamiento, que no siempre han podido ser cubiertos. También se evidenciaron limitaciones de orden pedagógico, pese a los esfuerzos destinados a desarrollar las competencias básicas en los docentes para facilitar el aprovechamiento de las posibilidades de la educación a distancia; y, finalmente, de orden socioemocional, con esfuerzos institucionales tendientes a reducir la ansiedad y el estrés que el aislamiento y la desconexión social generaron

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