'Professional Association of Social Workers of Madrid'
Abstract
Al igual que sucede en otros países occidentales, en la sociedad española están aconteciendo una serie de cambios sociológicos que afectan a la estructura de la familia y a las relaciones que se producen entre sus miembros. Estos cambios, que cabe relativizar, estimulan a que puedan conocerse, convivir e interrelacionarse varias generaciones. En función de ellos, interesa realizar tres consideraciones.
En primer lugar, es un hecho evidente que las personas mayores están cobrando cada vez más protagonismo dentro de la sociedad, aspecto que irá en aumento si se tienen en cuenta las predicciones estadísticas de la población. Si entendemos que la familia es un espacio de interacción y de unidad entre los miembros, el contexto educativo de aprendizaje y de desarrollo humano y personal de todos sus componentes, la convivencia de un mayor número de generaciones aunque menos numerosa se convierte en ocasión de repensar cómo la familia educa a las nuevas generaciones en el valor de la intergeneracionalidad.
En segundo lugar cabe señalar que el patrón que podríamos considerar de carácter económico y del Estado del Bienestar, resultado de la lógica funcionalista de inclusión/exclusión con la que funcionan los Estados modernos, subraya sobre todo las dificultades que existen en la convivencia y en el cuidado de las personas mayores y los sacrificios que conlleva la intergeneracionalidad. Por tanto, el valor intrínseco y la aportación de las personas mayores a la sociedad pueden quedar en entredicho.
En tercer lugar, se constata que las familias siguen dando continuidad a esa cultura familista que tanto ha caracterizado a los países mediterráneos y que sigue teniendo como base las redes de solidaridad familiar. No obstante, son escasas las investigaciones que ponen de manifiesto la parte positiva y la potencialidad que conlleva la convivencia de varias generaciones para sus miembros y para la sociedad, que ayudan a crear, en definitiva, un corpus teórico potente que fomente una cultura positiva social sobre el valor intrínseco de las relaciones intergeneracionales. Por este motivo, interesa poner de relieve la potencialidad que conlleva la convivencia intergeneracional como un reto de interés educativo y social en una época en la que parecen primar los valores relativos a la productividad, la utilidad, la eficacia, la libertad individual y la independencia. Todo ello unido a la premisa de que los bienes que crea y comparte la familia a través de la educación de sus miembros en la convivencia intergeneracional producen beneficios para la propia familia, pero también para la sociedad.
Partiendo de estas premisas, en estas páginas se trata de abordar cómo desde la familia se pueden forjar unas relaciones intergeneracionales positivas, para concluir con unas reflexiones finales sobre el papel de la familia en la educación