Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
Abstract
El apóstol San Pablo, bajo la inspiración divina, afirma explícitamente
que nuestra condición de hijos de Dios se hace posible en razón
de la acción del Espíritu Santo (cfr. Rom VIII, 14); y es esta filiación
la que nos otorga el derecho a la herencia celestial. Por tanto, el
adecuado comportamiento de los hijos de Dios, y el consiguiente acceso
a la vida eterna, exige de nosotros la docilidad a los impulsos
sobrenaturales con los que el mismo Paráclito mueve nuestra alma
de acuerdo a nuestra nueva situación.
Y son precisamente los dones del Espíritu Santo hábitos que nos
otorgan esa docilidad, esa prontitud frente a sus mociones; por ello
los dones se nos revelan como un elemento central del organismo
sobrenatural. La cuestión que nos hemos planteado en nuestra tesis
doctoral, que ahora presentamos, es determinar en qué medida son
necesarios estos dones para el obrar cristiano, y dónde radica la razón
de esta necesidad