El propósito de este trabajo es poner de relieve la incidencia
de la cultura y la contracultura en el día a día del quehacer
educativo. Se parte de un aspecto sólido y nuclear de
la cultura como aspiración a la excelencia. De este modo,
lo que cabe aceptar como “cultura” depende de una adecuada
concepción de la persona humana. La clave de fondo de
algunas de las distorsiones que aquejan a lo “cultural” en
nuestros días cabe situarla en la denuncia del olvido del
ser como uno de los indicadores todavía válidos para comprender
la situación del hombre en el siglo xxi