El largo y esforzado camino de Freud para hallar una explicación satisfactoria de la histeria, produce, a finales del verano de 1897, un efecto tan sorprendente como fructifero: 'Permíteme -1e escribe a Fliess- que te confíe sin más dilaciones el gran secreto que en el curso de 10s últimos meses se me ha revelado paulatinamente: ya no creo en mis neuróticos.'~ (Freud,A.; Kris, E., [1950], phg. 3578)