Ávila Piñuel, Raquel

Spanish

Repositorio Institucional de la Universidad de Córdoba

             EL BANCO Reich Ávila    Hola. ¿Me recuerdas? Soy el banquito de piedra de en frente de tu facultad. Aquel sobre el que te sentaste antes de la jornada de puertas abiertas, cuando aún estabas en Bachillerato. ¿Te acuerdas de mí? Yo, la verdad, de ti sí. No hablabas con nadie, pero mirabas a la puerta de aquel enorme edifico de ladrillo con ansia, con miedo… y con algo de deseo. Cogías aire muy despacio y esperaste mucho tiempo antes de decidirte a entrar. Estuviste allí dentro por lo menos dos horas, pero, cuando saliste, supe por el brillo de tus ojos que te volvería a ver. No se si aún te acuerdas, pero soy el mismo banco en el que apoyaste la mochila tu primer día de universidad, cuando aún caminabas sola. Te aseguraste de que llevabas la libreta marrón, el bolígrafo y la botella de agua. Esta vez no tardaste tanto en entrar. Soy también el mismo banco en el que charlabas horas después con algunas personas que aún no conocías cuando apareció Luci. ‹‹Perdona, te has dejado el cuaderno››, dijo, con tu libreta marrón en la mano. Después de ese momento nunca os volví a ver solas. Soy yo, el banco que vio comenzar aquella larga amistad. Sobre quien pasasteis los recreos, donde os abrazasteis en invierno y en el que apoyasteis las chaquetas cuando se acercaba la primavera. En donde os vi crecer a ti y a las demás. Se que me recuerdas, porque soy el banco en que quedabas con ellas para beberte el café de avellanas de la máquina de la facultad. ‹‹Este es el único lugar del mundo en el que lo venden››, decías, y luego lo alargabas todo lo posible antes de volver a entrar. Cuando asomaba el sol, sabía que a la hora de la comida apareceríais Luci y tú para sentaros a comer sobre mí, porque ‹‹quién sabe cuándo volverá a llover››. Soy el banco alrededor del que dabas mil y una vueltas con los apuntes en la mano y las ojeras hasta el suelo antes de cada examen. Sobre el que te tumbabas cuando acababas el curso y cantabas victoria por otro año más. Al que te subías para que llegaran más alto los carteles que colgabas a favor de la libertad. Y en el que te desplomabas llorando en los brazos de ellas cuando la vida te superaba y había que soltar. No se si me añoras, pero yo sí te eché en falta el año que marchaste a estudiar a otro país. El invierno se hizo largo y no había gotas de café sobre mi piedra que me recordaran que estabas aquí. Me preguntaba a menudo si habría otro banco, igual de madera, sobre el que te sentaras allí donde estuvieras en los descansos entre clase y clase. Se que no soy el único que te echaba en falta. Ellas también te recordaban en cada mañana de examen donde no aparecías para recitar el ritual de la suerte. Y cuando Luci comía sobre mí, tardaba un poco menos en marcharse. Qué felices estaban el día que volviste. Aún recuerdo tu espalda sobre mi piedra cuando te lanzaron sobre mí para darte entre todas un abrazo. Se te veía tan mayor... Supongo que lo recuerdas, pero es en mí donde les confesaste tu miedo a comenzar el último año, el vértigo a crecer, la incertidumbre del qué vendrá después. Quizá fue imaginación mía, pero colocaste sobre mí una mano y supe en tu caricia que tú también temías el momento en que tuviéramos que decir adiós. Sí, soy el banco sobre el que brincaste el día que terminaste tu último examen, y en el que explicaste a mil personas distintas la increíble idea que tenías para el TFG. Es en mí donde pasabas las horas con el ordenador escribiendo tu trabajo, y en el que esperaste con la misma mirada nerviosa de hacía años, antes de presentarlo ante el tribunal. También donde te esperaban ellas a la salida para asegurarse de que te había ido bien. ¿Me recuerdas? Soy el banco sobre el que se sentaron los años que te vi que crecer. Aquel en el que os apoyáis Luci y tú con esos vestidos preciosos en vuestra foto de graduación. Soy ese frente al que te paraste el día que te fuiste, cuando todos marchaban, pero tú necesitabas unos segundos sola para decir adiós. Soy el banco al que no mirabas cuando te despediste, pero el único que escuchó tu promesa de regresar.  

El banco

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