Gran parte de las prácticas sociales se hallan dirigidas a dotar al grupo de los mejores componentes, los más adecuados a sus exigencias y necesidades. Éstas resultan aceptadas sin reservas y son valoradas por sus resultados, consolidando el paradigma dentro del cual el proyecto del grupo parece seguro y posible.
Thomas S. Kuhn, en el campo de la física y la química, describe al paradigma como un signo de madurez en el desarrollo de cualquier campo y le atribuye dos características. La primera radica en la imposibilidad de crear la unanimidad de partidarios, por lo cual siempre existe la posibilidad de su cuestionamiento. La segunda es que los paradigmas dejan muchos problemas sin resolver. En tal sentido, si bien siempre son una solución y se tienen por sentadas las generalidades de sus conclusiones, no son pétreos, sino que poseen una dinámica específica que el mismo Khun luego analizará con el término de “revolución científica”. Caracterizado al paradigma de esa manera, entonces podremos referirnos al paradigma de la “situación irregular” respecto de la niñez que, tal como lo expresa Kuhn, no deberá asimilarse a conceptos tales como “arquetipo” o “modelo”.
La infancia pobre; abandonada; huérfana; callejera; analfabeta; viciosa; mendiga; delincuente; hija de padres marginados socialmente, explotados laboralmente, desarraigados, es aquella en la que el Estado ha decidido intervenir, desplazando a los padres y valiéndose para ello de la doctrina de la “situación irregular”.
Esa construcción que no solo engendró al “menor” y la “minoridad”, también engendra a la “familia de la minoridad”, y a todo un sistema que le da sostén. Hizo del niño un objeto y dio lugar al nacimiento de instituciones que se han autodeterminado altruistas o humanitarias con la finalidad de albergar a los niños-estigma, aun fuera de situaciones delictivas.Incluye material multimedial.Facultad de ArtesFacultad de Ciencias Jurídicas y Sociale