Fernández Villaverde, Raimundo (1848-1905)

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La obra reproducida forma parte de la colección de la Biblioteca del Banco deEspaña y ha sido escaneada dentro de su proyecto de digitalizaciónhttp://www.bde.es/bde/es/secciones/servicios/Profesionales/Biblioteca/Biblioteca.htmlAviso legalSe permite la utilización total o parcial de esta copia digital para fines sin ánimo delucro siempre y cuando se cite la fuenteAcademia Matritense de Jurisprudencia yLegislación.Memoria que leyó en la sesión inaugural de laAcademía Matritense de Jurisprudencia yLegislacion, celebrada el dia 28 de noviembre de1870 Raimundo Villaverde.Madrid : Establecimiento Tipográfico de EduardoCuesta, 1870.Vol. encuadernado con 22 obrasSignatura: FEV-AV-M-01461 (05)M E M O R I A fiüE LEYÓ E N L A SESION INAUGURAL DB LA DE J U R I S P R U D E N C I A Y L E G I S L A C I O N , CELEBRADA EL DIA 28 DE NOVIEMBRE DE 1870, E L SEGUNDO SECRETARIO DE L A MISMA DON RAIMUKDO VILLAYERDE. MADRID.-1870. ESTABLECIMIENTO TIPOGHÍFICO DE EDUARDO CUESTA, Rollo, 6, bajo. SEÑORES: La Academia de Jurisprudencia guardará entre sus re-cuerdos mejores, el de los brillantes trabajos cuya reseña me cumple hacer en esta solemne apertura. No lo dudáis cuantos seguísteis los debates aquí sostenidos durante el curso último; pero quienes no tengan ya idea de su interés y de su altura, no han de poder formarla por la fría des-cripción que de ellos encierre esta oscura Memoria, escrita en cumplimiento del deber acaso mas grato y seguramente mas difícil entre todos los que impone el honroso cargo que, sin merecerlo, desempeño. Dilataría vanamente mi trabajo para proporcionarlo á su objeto, y como no por ser mas prolijo habia de ser mas digno de los vuestros, ni por muy detenido llegaría á serlo de la atención con que — 4 — me estáis honrando, dispensad que lo haya reducido á es-casas páginas, escritas en bien cortos momentos. Hacién-dolo así, consigo además abreviar la tregua dada al deseo impaciente, por todos sentido, de escuchar el discurso con que la privilegiada palabra de nuestro Presidente debe inaugurar las tareas del curso académico actual. Abrió las del pasado el Escelentísimo señor don Manuel Alonso Martinez, que, si merced á la renovación anual de la presidencia, que las Constituciones establecen, abandonó ese lugar en que se vienen sucediendo de antiguo los pri-meros hombres de la tribuna, la cátedra y el foro, nunca perderá seguramente el que en nuestra estimación supo conquistarse por el elevado acierto con que dirigió nues-tros estudios. Bien recordáis el aplauso que aquí obtuvo y el vivo interés que despertó en la opinión y en la prensa su notable discurso inaugural. En él trató una de las cues-tiones mas trascendentales de la ciencia jurídica, una de las que á la par mayor interés práctico encierran, porque late en el fondo del movimiento político contemporáneo: la cuestión del límite de los derechos del individuo en la vida social. Dió ocasión el discurso de la presidencia á que se concibiese el proyecto, después realizado, de discutir en las sesiones teóricas tan interesante tema. Fué en ellas objeto del primer debate una elegante y erudita disertación sobre el matrimonio civil y su plantea-miento en nuestra patria, escrita por el señor Balbin de Unquera, bien conocido en la Academia y fuera de ella por sus triunfos en las lides científicas. Franco enemigo de aquella institución, aun entonces — 5 — no establecida en España, deleitaba para combatirla nues-tra atención con una investigación histórica en que, recor-dando las descripciones bíblicas de la sublime y breve felicidad del Paraíso, analizando las leyes familiares dicta-das por Moisés al pueblo hebreo, recorriendo costumbres y códigos del Oriente, de Grecia y de Roma, mostraba cómo el matrimonio, desde su origen, ha recibido una sanción religiosa en todas las edades. Después analizaba la influencia bienhechora que ejerció el cristianismo en la familia, y condenaba la obra funesta de la reforma protestante en el mismo sagrado vínculo que la ley de gracia había purificado y ennoblecido. Seguía á la parte histórica de la disertación del señor Balbin un análisis, mas bien canónico que jurídico, de la institución matrimonial, en que deducía de lo complejo de sus fines y de lo trascendental de sus efectos, que era el matrimonio mucho mas que un contrato, sosteniendo que había de ser por eso, aun para el Estado, un sacramento. Proponía, en fin, como solución práctica necesaria en países donde es un derecho reconocido la libertad de cultos, ó bien que la autoridad admita como causa de efectos civiles cada rito de los que, según las distintas comuniones, autoricen el matrimonio con la sola escepcion de los opuestos al dere-cho; ó bien que, establecida para los ciudadanos de otras religiones la fórmula esclusiva civil, continúe mantenida para los católicos la canónica en la integridad de sus efec-tos legales. Muy elogiada fué, con justicia, la disertación del señor Balbín, yfué además muy combatida, con justicia también — 6 — en mi modesta opinión, que tuve la honra de llevar al de-bate, formando el último entre sus impugnadores. No he de resumir ni recordar siquiera lo mucho que por estos y por sus adversarios aquí se dijo, porque ni hay costumbre de hacerlo, ni me seria dado seguirla aunque la hubiese. Debo solo añadir que tomaron parte en aquella discusión, que, sin decaer, ocupó once sesiones, los señores Ibañez, Rodó y Gasanova, Ballesteros, Gómez y López, Nuñez de Velasco, Nocedal, Echegaray, Aguile-ra, Ramirez Gil, Brieva, Gómez Jalón, González Garballe-da. Gago y García Goñi. Después de una estensa réplica del disertante, el señor don José Moreno Nieto, vice-presidente de la Academia, ¡lustró una vez mas su tribuna, haciendo el resumen del debate. Gon esa rara profundidad de pensamiento, que nunca halla rebeldes las mayores bellezas de la forma, es-puso opiniones cuyo sentido dominante era contrario al matrimonio civil; pero no favorable, como el de la escuela teológica, á la intolerancia religiosa: la enemiga vencida del pensamiento humano. Olvidaba la Academia mientras admirada aplaudía la incomparable elocuencia del señor Moreno Nieto, su deseo vivísimo de llegar á una discusión que abrió al fin el jóven académico don Augusto Martínez Ayala, leyendo una bien escrita Memoria sobre el carácter primario y absoluto de los derechos individuales. En breves páginas planteaba el disertante difíciles pro-blemas. Gonsideraba como origen de los derechos natura-les la personalidad humana, sin cuya integridad, que solo — 7 — el libre ejercicio de aquellos asegura, realiza apenas su finalidad el hombre y no alcanzan su destino los pueblos: analizaba á grandes rasgos el concepto de la sociedad y el del Estado, y de ellos deducia que los derechos del indivi-duo ni pueden perecer, ni enagenarse, ni ser limitados por la soberanía política de los pueblos, soberanía invasora bajo el influjo de partidos y escuelas que sacrifican al in-terés público el derecho. Promovió la Memoria del señor Ayala un dilatado de-bate, cuyo interés mantuvieron siempre en aumento, de-fendiendo con calor sus distintas opiniones los señores Chico de Guzman, Figueroa, González Olañeta, Echegaray, Díaz Arguelles, Cantador, Balbin de Unquera, Ibañez, Gon-zález Carballeda, Izquierdo (don Manuel), Rodó y Casa-nova, Muñiz, Estéban Gollantes, García Ocaáa, Gorbella, Bahamonde (don Miguel), Almagro, marqués de Moncste-rio y Nocedal. De nuevo el señor Moreno Nieto intervino en nuestras discusiones, y lo hizo esta vez combatiendo con energía las doctrinas de la escuela neo-católica y también las de la individualista. Determinando el carácter de la primera, dijo, que en su espíritu y tendencia general no era en resolución sino una escuela teocrática, que, confundiendo el orden reli-gioso y el jurídico, dando solo á aquel realidad verdadera, sacrificaba la soberanía de los poderes temporales y los intereses todos del orden temporal y visible, é imposibili-taba así el libre movimiento de la historia y los grandes progresos que en ella debe realizar el espíritu humano. — 8 — Juzgando después su actitud en la polémica contemporá-nea, la acusó de condenar los cuatro últimos siglos, los cuales, á juicio del orador, á pesar de sus luchas incesan-tes y sus estravíos y sus escándalos son ya por lo que han realizado desde luego, ya por lo que al porvenir dejan preparado, acaso los mas grandes siglos de cuantos regis-tra la historia del humano linaje. Reconociendo la necesi-dad de una restauración en la ciencia y en la vida, dijo, que esta no podia ser provechosa ni seria hacedera sino sobre la base de una sincera alianza del principio religioso cenias aspiraciones liberales y democráticas de la época presente. Cuanto á la escuela individualista, aseguró que su con-cepción del derecho y de la sociedad, asi como de la vida, era por demás estrecha é incompleta. Trató de demostrar que semejante concepción se derivaba de los sistemas filo-sóficos sensualistas ó del idealismo formalista de Kant, y juzgaba que no podia sostenerse en la ciencia ante el mo-vimiento novísimo que ha llevado el pensamiento europeo á doctrinas mas vastas y comprensivas y á principios ver-daderamente orgánicos, únicos sobre que podría fundarse en adelante la verdadera ciencia social. A pesar de este juicio severo de la escuela individualista, reconoció que ella habia inspirado y dirigido las últimas revoluciones europeas, cuyo verdadero sentido y legitimidad consiste en haber afirmado mas y mas los derechos de los indivi-duos, librándoles del poder absorbente del Estado, que iba matando en las modernas sociedades toda iniciativa y toda verdadera grandeza, que las habría llevado, en fin, á una decadencia irremediable. No puedo esponer ni aun como las precedentes de una manera sumarísima, las ideas que presentó después el ora-dor para formular su opinión sobre los principales puntos debatidos: diré, no obstante, sin tener el atrevimiento de juzgarla, que en ella resplandecia una alta inspiración espiritualista, y que la doctrina revelaba gran confianza en la obra del presente siglo y en los destinos futuros de la civilización europea. Aquellos admirables discursos del señor Moreno Nieto pusieron término á las sesiones teóricas. No menor que el de ellas ha sido en el pasado curso el brillo de las sesiones prácticas, en que se discutieron con viva animación cinco disertaciones, la primera del señor Campoy, interpretando el artículo 8.° de la ley desvincu-ladora de 1820; la segunda del señor Soler y Pérez sobre el límite del derecho de representación en la línea colate-ral; la tercera del señor Pérez Villalobos, demostrando que el sustituto nombrado al hijo por el padre no escluye á la madre de la herencia del hijo; la cuarta del señor Rodó y Gasanovas, sobre los derechos del hijo natural á la herencia del padre cuando este no deja descendientes legí-timos; la quinta, por fin, del señor Ordoñez, en que este académico examinó sobre los bienes sujetos á reserva, las personas obligadas á reservar, y el momento en que esta obligación empieza; interesantes cuestiones á que la juris-prudencia no ha dado solución todavía. Esos dictámenes, tan bien pensados todos como escri-tos, promovieron detenidos debates, en que, con gloria y con ventaja de la Academia, ejercitaron su palabra y su — 10 -ingenio los señores Trelles, Ibañez, Nuñez de Yelasco, Fernandez del Rincón, Fernandez Trabanco, González Olaneta, Pérez Villalobos, Muñoz Herrera, Ramírez Gil, Rodó, Izquierdo (don Manuel), Villaurrutia, Gómez Jalón, Sepúlveda, Diaz Argüelles, González Gastejon, Ordoñez, López Gutiérrez, González Carballeda, Muñiz y Gasinello: terminando con interesantes resúmenes, debidos los unos al ilustrado revisor señor Aguilera, y al señor Gamazo, censor de la Academia, los otros, como en no escasa parte la animación creciente de estos útiles trabajos, á que dio su saber asuntos y su palabra modelos. Dedicáronse también algunas sesiones á vistas de pro-cesos criminales y espedientes civiles, en que los señores Ramírez Villaurrutia, Ramirez Gil, Gómez Jalón, Sánchez Pacheco, García Ocaña, Gómez y López, Fernandez Tra-banco y Madrid Dávila, ensayaron con fortuna unos sus aptitudes para las nobles contiendas del foro , y lucieron otros facultades ya en él ventajosamente ejercitadas. Las cuatro secciones de la Academia debatían privada-mente numerosas cuestiones de tantas como sugieren dia-riamente al hombre de ley el estudio y la práctica. Reunida la junta de gobierno para designar los traba-jos dignos de recompensa, acordó conceder premio por los de las sesiones prácticas al señor Ramirez Villaurrutia; menciones honoríficas por los teóricos á los señores mar-qués de Monesterio, González Carballeda y Figueroa, é iguales menciones por discursos pronunciados en sesiones prácticas á los académicos señores González Gastejon y Diaz Arguelles. —11 -Convocada la junta general de allí á poco para llenar por elección de la Academia los cargos vacantes, con arre-glo á las Constituciones, quedó la junta de gobierno cons-tituida del siguiente modo: PRESIDENTE. EXCMO. SR. D. SEGISMUNDO MORET Y PRENDERGAST. VICEPRESIDENTES J 1. ° SR. D. JOSÉ MORENO NIETO. 2. ° SR. D. AUGUSTO COMAS. 3. ° SR. D. LUIS SILVELA. CENSOR. SR. D. MANUEL SAINZ DE LOS TERREROS. REVISORES. 1. ° SR. D. JOSÉ FERNANDEZ TRABANCQ. 2. ° SR. D. VICENTE IBAÑEZ Y FERRANDO. 3. ° SR. D. RAMÓN CHICO DE GUZMAN. 4. ° SR. D. CELESTINO RICO Y GARCÍA. 5. ° SR. D. ANTONIO RODÓ Y CAS ANO VA. TESORERO. SR. D. BERNABÉ FERNANDEZ CAVADA. BIBLIOTECARIO. SR. D. FÉLIX GONZÁLEZ CARBALLEDA. — 12 SECRETARIOS. I.0 SR. D. ULPIANO GONZÁLEZ OLAÑETA. 2.° SR. D. RAIMUNDO FERNANDEZ VILLAVERDE. Juzgad ahora, señores, si merece el pasado curso un lugar preferente en los antiguos y brillantes anales de la Academia de Jurisprudencia, cuya vida será siempre gran-de, porque es el amor á la ciencia la aspiración que la guia, y el entusiasmo de la juventud la fuerza que la sostiene. — 1 3 -SEÑORES ADMITIDOS EN C L A S E DE PROFESORES Y ASCENDIDOS. Admitidos como Profesores. Sres. D. Vicente Ibañez. D. Luis Gómez Acebo. D. Camilo Muñiz Vega. D. Manuel Alcalá del Olmo. D. Agustín Puebla. D. Juan Arredondo. D. Mariano Pozo y Mazzeti. D. Juan Morales Serrano. Profesores correspondientes. Sr. D. Francisco Javier de Urrutia, Habana, limos. Sres. D. Miguel Eduardo Lobo de Butves, Lisboa. D. Enrique Midosi, id. D. Joaquin María de Silva, id. D. Paulo Midosi, id. Ascendidos á Profesores. Sres. D. Juan Antonio Alcalde. D. Fernando León y Castillo. D. Ulpiano González Olañeta. D. Luís Míralles Salabert. D. Diego Olmedilla y Gil. D. Celestino Rico y García. D. Juan Campoy y Márquez. D. Angel Carvajal, Marqués de Sardoal. D. Vicente Nuñez de Velasco. D. José Fernandez Trabanco. D. José Severo Olmedilla. D. Aurelíano de Beruete y Moret. D. Emilio Gutiérrez Gamero. D. José de Lezameta y Gutiérrez. D. Antonio Rodó y Casanova. — u -Sres. D. Rafael Soria y Diaz. D . Femando Brieba. D. Isidro Marino. CURSO DE 1869 Á 70. SEÑORES ADMITIDOS COMO NUMERARIOS. Sres. D. Joaquin Aguirre. D. Rafael Soriano Bernar. D. Manuel Pablo Gómez. D. Enrique Guerra. D. Antonio Diaz Arguelles. D. Gabriel Diaz Figueroa. D. Isidro Diego y Lara. D. Arturo Perora. D. Santiago Muñiz. D. Juan Stuyk. D. Luis María de Tró y Moxó. D. Ernesto de la Guardia. D. Antonio Benito y Romero. D. Francisco Zurbano y Fernandez. D. Francisco González Castejon. D. José Manuel López Solberoi D. Tirso Tejada y Alonso. D. José Lasa. D. Augusto Martinez Ayala; D. Antonio Rodó y Casanova. D. Angel Asnero y Villaescusa. D. Angel García Goñi. D. José García Goñi. D. Fernando Casani y Diaz de Mendoza. D. Rafael Enriquez. D. Benigno Santos Suarez. D. Wenceslao Ramírez Villaurrutia. D. Ramón Ramírez y Gil de Villaurrutia. — 15 — Sres. D. Manuel Benayas y POítoeárreío. D. Pablo Gómez Jalón. D. Luis Leguina de la Pedraja. D. Víctor Cobian y Junco. D. Víctor Camacho y Lorenzo. D. Eicardo Sepúlveda. D. José Martorel y Fiballer (Marqués de Monesterio). D. José de Cutoli y Peñalva. D. Francisco Martin Melgar. D. Juan Antonio Alonso y López. D. Miguel Gago y Lorenzo. D. Félix González Carballeda. D. Julián Casado y Pardo. D. José Hurtado Zaldívar (Vizconde do Bayahonda). D. Faustino de Udaeta. D. Francisco Hernando. D. Juan Gallardo Martinez. D. Juan Toledo y Vicente. D. Juan Giménez Cano. D. José Fernandez Lascoiti. D. Cárlos Erenchun. D. Cárlos Giménez. D. Eleuterio Maissonnave. D. Tomás María Mateos y Manrique. D. José García Ocaña. D. Miguel Figueroa y García. D. Francisco Casañas. D. Antonio García Noblejas. D. Eduardo Cantador y López. D. Luciano Lopéz y Gutiérrez. D. Juan Cassillo y Cassinello. D. Cárlos Llausás. D. Juan Bautista Camacho. D. Juan Catalina García. D. Federico Marcos Bausa y Seseña. D. Santos López Martin. D. Pablo Martinez Sauz. D. Víctor Ordoñez. D. Eafael Pardo y Casasola, - 1 6 -Sres. D. Félix Corrales. D. Angel Castellanos. D. Ricardo Guillerna. D. Tomás García Martin. D. Francisco Mesonero. D. Manuel Luxán. D. Félix Aramburo. D. Luis Corbella y Boada. D. Melchor Almagro. D. Federico Serrano y Fernandez Negrete. D. Mariano Serrano y Fernandez Negrete. D. Miguel Bahamonde. D. Francisco Onofre Ramirez Chenár. D. Rodrigo Amador de los Rios. D. José Valsalobre. D. José Ezpeieta y Contreras. D. Joaquín Canellas. D. Juan José Jaramillo. D. Ramón Sainz y García. D. Alfonso Albarracin. D. Eduardo García Diaz. D. Miguel de la Guardia. 

Memoria que leyó en la sesión inaugural de la Academía Matritense de Jurisprudencia y Legislacion, celebrada el dia 28 de noviembre de 1870 Raimundo Villaverde

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Memoria que leyó en la sesión inaugural de la Academía Matritense de Jurisprudencia y Legislacion, celebrada el dia 28 de noviembre de 1870 Raimundo Villaverde

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