Quienquiera conozea la psicología de la religión, aunque no sea más que someramente, se da cuenta que el papel tan importante que S. Ignacio asigna al «conocimiento interno» en el engranaje de sus Ejercicios Espirituales, proviene de una raíz de psicología general a la que se llega, más o menos, de la siguiente forma: toda forma de piedad, toda la actividad religiosa —para generalizar más— es una actividad profunda de toda la persona del hombre hacia Dios.