En 1533 los españoles conquistadores encontraron una ciudad equiparable al paraíso
llena de riquezas que fue fundada como la primera capital del Perú: Jauja. Sin
embargo, solo tuvo un periodo de un año como capital; por eso, con la llegada del
proceso migratorio, la ciudad pasó inmediatamente a una etapa de declive y
despoblamiento. Pese a ello, lo único que ha mantenido viva a la ciudad son sus
principales tradiciones como la feria y la fiesta, festividades de principal importancia
en la época incaica y colonial que se mantienen hasta la actualidad y que son el mayor
potencial para el desarrollo de la ciudad. La feria continua realizándose en las mismas
calles tres días a la semana durante todo el año de forma ininterrumpida,
convirtiéndolo en un punto de intercambio fundamental entre selva y costa. Mientras
que la principal festividad es el baile de la Tunantada, baile declarado patrimonio de la
nación que atrae a miles de visitantes durante el mes de enero. No obstante, a pesar
de que las actividades pasaron de estar dispersas a establecerse en un entorno
urbano como plazas y calles principales; la informalidad estancada, el equipamiento
disperso y la ineficiencia del espacio público no dejan que la ciudad prospere. Por ello,
el presente trabajo plantea la estrategia de reutilizar la vieja infraestructura ferroviaria
como punto de encuentro para restructurar el espacio público y reorganizar las
actividades de Jauja a partir del uso de módulos temporales y un pabellón que
configura una nueva plaza para revitalizar el tan añorado País de Jauja, como en sus
mejores épocas de apogeo colonial