Si existe un nombre que figure indefectiblemente unido al conocimiento y difusión del patrimonio histórico-artístico malacitano, este no es otro que el de la infatigable profesora Rosario Camacho Martínez. A tamaño débito se une ahora aquel otro de la dignidad recobrada por la sobresaliente figura y no menor trayectoria del versátil arquitecto tardobarroco José Martín de Aldehuela, cuya memoria ha sido rescatada definitivamente del ensombrecimiento proyectado por artistas coetáneos de mayor calado

Díaz Gómez, José Antonio

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RESEÑAS179Cuad. Art. Gr., 46, 2015, 179-182ROSARIO CAMACHO MARTÍNEZ. José Mar-tín de Aldehuela (1724-1802). Del ornato rococó a la arquitectura hidráulica. Málaga: Fundación Málaga, 2014, 324 pp. y 191 ils. a color.Si existe un nombre que figure indefectiblemente unido al conocimiento y difusión del patrimonio histórico-artístico malacitano, este no es otro que el de la infatigable profesora Rosario Camacho Martínez. A tamaño débito se une ahora aquel otro de la dignidad recobrada por la sobresalien-te figura y no menor trayectoria del versátil ar-quitecto tardobarroco José Martín de Aldehuela, cuya memoria ha sido rescatada definitivamente del ensombrecimiento proyectado por artistas coetáneos de mayor calado y el mal comprendido concepto de superación de lo barroco a lo largo de la historia contemporánea. Ello ha sido posi-ble gracias al exhaustivo estudio monográfico que ocupa nuestra atención y con el que la profesora Camacho recoge y prolonga con creces el testi-go de otras autoridades que le precedieron en tan concreta materia, como José Luis Barrio Moya o Fernando Chueca Goitia, de quienes se reconoce como feliz deudora.Acotado con absolutas claridad y precisión en su trayectoria vital y disciplinaria dentro del título, se evidencia que la relación entre el arquitecto Aldehuela y la profesora Camacho no es sino el longevo fruto de fortuitos y afortunados encuentros, dentro de la investigación en torno a las transformaciones sufridas por la fisionomía de una precisa región, en un campo de intereses profesionales que abarcan desde la plenitud del arte barroco hasta nuestros días. Por ello no es de extrañar que Rosario Camacho se haya consolidado como viva fuente en la que conocer la Historia del Arte malagueño y, desde su cátedra en la Universidad de Málaga, cuenta en su haber profesional con decisivos trabajos sobre la edilicia religiosa y, en menor medi-da, civil e ingenieril de la provincia de Málaga y la ciudad de Melilla, así como algunos estudios puntuales ocupados en temáticas aparentemente tan distantes como las manifestaciones artísticas de carácter efímero derivadas de la Contrarreforma, o la pintura contemporánea.Elocuencia, rigor, claridad didáctica y precisión literaria son algunas de las connotaciones que emanan de los párrafos en que discurren la vida, obra y legado de José Martín de Aldehuela, dentro de la complejidad que conllevan los a veces radicales virajes de una personalidad creativa y científica educada en las vetustas tradiciones constructivas y ornamentales de la primera mitad del XVIII, a la que correspondía desarrollar su genialidad dentro de un forzoso cambio ilustrado en el que nunca se sentiría integrada. En el discurrir profesional de Aldehuela se condensa el intrincado devenir de la Historia del Arte español en los territorios de provincias, con diversas etapas de transición que en ocasiones resulta complejo diferenciar y que nos lle-RESEÑAS180 Cuad. Art. Gr., 46, 2015, 179-182van a las mismas puertas del siglo XIX, con la muerte del alarife en 1802. Tal es la problemática del estado de la cuestión de que la autora hace partícipe al lector en una breve aunque detallada introducción, la cual antecede a los seis gruesos bloques en que se estructura el presente trabajo. El primero de ellos, intitulado El marco de la vida y las relaciones profesionales, no denota sino la vocación y experiencia docente de la profesora Camacho, al proponer un planeamiento general sobre la vida y obra de José Martín de Aldehuela, con las luces y sombras que se proyectan sobre aquellas, desde sus modestos orígenes turolenses hasta los pleitos que quedaron abiertos tras su fallecimiento, junto con los más recientes reconocimientos sociales al paso del alarife por la historia. Si bien queda aún abierto el interrogante sobre el desarrollo de los años más remotos de su existencia, quedan perfectamente acotados tanto los puntos clave como los más triviales de esta figura, que contribuyen a clarificar cuantos porqués surgen alrededor de la evolución identitaria de su personalidad, reflejada —como no podía ser de otro modo— en la misma que experimenta su obra. Relaciones familiares y profesionales, contexto formativo, estatus económico, recono-cimientos y rechazos institucionales, contacto con la evolución de la edilicia tanto en el interior como en el exterior del Reino, conflictos con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, elenco de discípulos… Todo ello supone una enumeración de datos esenciales para el conocimiento del artista y su obra que, sin perder ni un ápice de elocuente habilidad, queda descubierta en este primer apartado de la monografía, de modo que en los siguientes capítulos se sucederán las continuas alusiones a ello, sin entorpecer las com-pletas descripciones y aportaciones inquisitivas de carácter científico que se desarrollan en el grueso de la monografía.El medio de formación supone un interesantísimo capítulo, si bien no demasiado extenso, en el que son desarrolladas aquellas ideas que, sobre los tipos estilísticos con que entró en contacto Aldehuela, quedaron abiertas en el epígrafe anterior. Ello supone una nueva inmersión en los diversos carismas que identifican a las diferentes regiones de un reino herido por la inestabilidad política y los intereses institucionales. Es así como la trayectoria de Aldehuela experimenta capitales etapas de sincretismo estilístico que le mueven al cambio en la producción de su traza, mas sin elidir jamás en ella la herencia recibida desde sus primeros años. He aquí el modo en que el más profuso rococó francés del medio aragonés queda, a posteriori, depura-do por el eminente juego de la tectónica barroca romana que pujaba en el Levante, al tiempo que no cesa de encontrarse con la tradición decorativa del netamente definido barroco español, en clara contradicción con las premisas ilustradas de la Academia, las cuales quedaban representadas en la figura, reverenciada hasta la saciedad, de Ventura Rodríguez y sus más cercanos seguidores.Tomando prestada la división por etapas establecida por el profesor Chueca Goitia, de feliz memoria, la autora se vale de las mismas para definir el contenido de los siguientes tres capítulos del libro. Así, la primera de ellas, nos ubica en La etapa inicial. Obras de Teruel y primeras de Cuenca, dentro de la que un ingenioso tracista de retablos y escenografías sacras afectado por el más nutrido Rococó, evoluciona paulatinamente hacia una mayor depuración formal, que no estructural, al mirarse en los más conspicuos apellidos del XVII romano, que demarcarán El segundo estilo de Aldehuela. Hacia el barroco clasicista, que ocupa el cuarto bloque de la monografía. Queda de esta forma reflejada a la perfección una evolución prácticamente natural, experimentada por quien descubre y desarrolla sus aptitudes como arquitecto prác-tico y, revelado en sus grandes dotes, cuenta con el apoyo y mecenazgo de las altas dignidades eclesiales. Es así como en la inventiva de Aldehuela van siendo dispersados los rígidos y repetidos modelos de la Contrarreforma en España, lo que se trasluce en la irrupción de nuevos juegos de plantas y volúmenes, iluminación y cromatismo en que lo decorativo no enmascara lo tectónico, al recobrar este último la dig-RESEÑAS181Cuad. Art. Gr., 46, 2015, 179-182nidad de su apariencia, para espacios menores del territorio conquense. Tanto es así que serán muy nume-rosas las edificaciones de la ciudad de Cuenca que contarán en su totalidad o en alguno de sus elementos con la firma de Aldehuela y es aquí donde juega un papel decisivo la eminente capacidad de la autora para desarrollar impecables descripciones, dentro de las que unas obras son puestas en elocuente contraste con otras, en una precisa labor sostenida por jugosos datos de archivo y, en el peor de los casos, por acertadas atribuciones justificadas con total pericia.La tercera etapa. Obras en Málaga y Granada es la que protagoniza un José Martín de Aldehuela que ha alcanzado la maestría sin serle jamás reconocida por el mundo académico. Su periodo culminante daría comienzo en la misma ciudad de Cuenca en que, pese a recibir la estima favorable del eminente Ventura Rodríguez, quizás precisamente por su cercanía, ya comenzaría a arrojar sobre Aldehuela una sombra que li-mitaría su libertad de movimientos en encargos de importancia, especialmente los realizados para el cabildo catedralicio. En este apartado se reconocen inevitablemente las grandes aportaciones de la profesora Cama-cho y su particular debilidad por la capital malacitana, para cuya contextualización temporal, social, política y económica no repara en detalles. Es esta la etapa en que un maduro arquitecto, maniatado por las premisas académicas, vuelve a cambiar su lugar de residencia bajo la estima de la máxima autoridad eclesiástica del lugar, la misma que le dotaría del nada despreciable título de Maestro Mayor de Obras del Obispado, para convertirlo, a un mismo tiempo, en el artífice del impulso definitivo de la Sede malagueña. Es, asimismo, el momento en que Aldehuela se transforma en un auténtico maestro del clasicismo romano y trasciende el ámbito de lo sacro, para dar rienda suelta a su genialidad en lo profano, con importantes obras de arquitec-tura civil y doméstica, puntuales exponentes del paisajismo y, por supuesto, las eminentes construcciones de ingeniería hidráulica que condujeron su maestría hasta el final de sus días.Otros nombres, quizás aún más denostados por la historiografía posterior, como los de Manuel Gilaberte, Miguel Marco, Silvestre Bonilla, Mateo López y, el vástago de Aldehuela, Antonio Vicente Martín, son recuperados para el último capítulo que compone este preciso trabajo monográfico, centrado ahora en El taller de José Martín de Aldehuela. Todos estos seguidores de Aldehuela enunciados, son devueltos a la vida por la profesora Camacho mediante una breve reseña biográfica y profesional, con detenimiento sobre las más sobresalientes de sus obras, fuertemente impregnadas por el legado y enérgica personalidad que supo forjarse su maestro frente a las exigencias de una Academia de San Fernando que sí conseguiría acabar por imponerse sobre quienes de él aprendieron. Si Aldehuela condensa los movimientos estilísti-cos de una época que mira hacia el cambio, sus seguidores finalmente traslucirán el paso definitivo hacia esa transformación, al olvidar el ya obsoleto rango de la maestría para alcanzar con orgullo aquel otro de académico.La minuciosa labor investigadora de la profesora Camacho sobre la figura de José Martín de Aldehuela se ve completada por unos extensos y detallados índices bibliográfico, de siglas y de ilustraciones, quedando este último especialmente destacado por la extraordinaria calidad fotográfica de las mismas, así como de la reproducción de diseños, planos y grabados, circundado todo ello por el perfecto conocimiento por parte de la autora de los inestimables fondos de fotografía histórica que componen el Legado Temboury. Con ello, Rosario Camacho ha conseguido legar al mundo de la investigación histórico-artística una auténtica guía detallada sobre la figura de Martín de Aldehuela, con una minuciosa actualización ampliada de los datos, obras documentadas y atribuciones que hasta el momento le había asignado la historiografía precedente. Todo ello acompañado de una clarificadora exposición de las fuentes bibliográficas y archivísticas consul-tadas, junto a un desarrollo textual y de notas explicativas que hacen gala de una narrativa didáctica que posibilita la recepción de la materia, no sólo en el entendimiento del experto sino también del aficionado. RESEÑAS182 Cuad. Art. Gr., 46, 2015, 179-182En definitiva, con esta monografía no se contribuye sino a avanzar un paso más —y en este caso se trata de un paso de gigante— en el conocimiento de un elenco de grandes personalidades artísticas a las que la más caduca historiografía contemporánea posicionó en una segunda fila, contribuyendo con ello a su omisión y, en frecuentes ocasiones, hasta a su olvido.José Antonio Díaz GómezGrupo HUM-362. Departamento de Historia del Arte. Universidad de GranadaMARIA JOÃO PEREIRA COUTINHO y SÍLVIA FERREIRA. Artistas e Artífices da Lisboa Barroca. A Irmandade de Nossa Senhora da Doutrina da Igreja de São Roque. Lisboa: Esfera do Caos Editores, 2014, 287 págs.Desde hace décadas el concepto de Barroco ibérico hermana los estudios de esta época entre Portugal y España demostrando realidades parangonables que se explican mutuamente. El mundo de las artes, con sus peculiaridades intrínsecas a cada territorio, es una de ellas como lo es también la esfera de las relaciones sociales y religiosas a través de congregaciones o her-mandades. Ambas realidades se dan la mano en esta nueva obra de las profesoras lusas Maria João Pereira Coutinho y Sílvia Ferreira, ambas investigadoras del Instituto de História da Arte de la Universidade Nova de Lisboa, que han realizado extraordinarias aporta-ciones al conocimiento del Barroco portugués y, por ende, ibérico. La doctora Pereira Coutinho consagró su tesis doctoral al estudio de las obras de piedra con embutidos polícromos en su país, en la que demostró una riquísima producción que acercaba los dos reinos peninsulares; en esta línea, invitada por mí, desarrolló un seminario en el Máster de Historia del Arte de la Universidad de Granada titulado “Interrelación en el Barroco ibérico: mármoles polícromos en las facha-das y retablos en el Barroco portugués” en 2013 que puso de manifiesto un variado mosaico de propuestas en correlación entre el arte español y el portugués, no 

ROSARIO CAMACHO MARTÍNEZ. José Martín de Aldehuela (1724-1802). Del ornato rococó a la arquitectura hidráulica. Málaga: Fundación Málaga, 2014, 324 pp. y 191 ils. a color.

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ROSARIO CAMACHO MARTÍNEZ. José Martín de Aldehuela (1724-1802). Del ornato rococó a la arquitectura hidráulica. Málaga: Fundación Málaga, 2014, 324 pp. y 191 ils. a color.

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