¡La calle para siempre! es la respuesta que un habitante de
la calle dio a un agresor que, además de inculparlo de un
hurto que no había cometido, lo sometía arma de fuego
en mano al manido ultimátum ¡hable ahora o calle para
siempre! De tanto escuchar la anécdota de cómo la agilidad
mental de esta persona le permitió salvar, al menos en
ese instante, su vida, surgió el convencimiento de que no había mejor título que este para el libro que les presento.
En eventos académicos, entre autoridades locales y en las
charlas espontáneas sostenidas a lo largo de los dos últimos
años en el centro tradicional de la ciudad con una treintena
de habitantes de sus calles, la anécdota se recrea con diferentes
connotaciones y, como seguramente ha ocurrido, con
algunas tergiversaciones