Universidad Nacional Autónoma de México y Asociación Mexicana de Ciencias para el Desarrollo Regional A.C, Coeditores
Abstract
La violencia en el entorno se ha infiltrado a diferentes ambientes. Haciéndose cada vez más cotidiana desde procesos educativos en escuela y familia lo que conllevan a normalizar y permear actos violentos al resto de las actividades humanas, reproducibles y carentes de respeto a derechos humanos básicos de los otros con altos costros sociales. La violencia en la escuela toma diferentes formas y afecta deliberadamente a los individuos más lábiles y lo peores es que sucede algunas veces de forma consentida y justificada, desdibuja la función del profesor y el verdadero valor de la formación de la educación superior, de esta forma la violencia educativa se percibe sutil e inconsciente, se invisibiliza y se genera con el propósito de una “mejor formación”, sin embargo esta educación aprendida, se reproduce en forma de una conducta imitable desde la figura idealizada identitaria y en un territorio con antecedentes de violencia como los que ha sufrido la nación mexicana y en especial el estado de Guerrero. Los retos y desafíos de la educación superior obligan a realizar estudios que evidencien estos actos violentos reproducibles para su reconocimiento e incidir en la búsqueda de procesos de rectificación de actuares integrales centradas en educación para la paz y formación de ciudanía como capacidades que deberá desarrollar el docente. Por lo que se hace pertinente analizar: ¿qué tipos de violencias educativas se suscitan dentro de la convivencia de los actores universitarios? ¿cómo afecta la violencia educativa al proceso pedagógico? y ¿cuáles son las motivaciones de las actuaciones violentas en el contexto educativo? Para lograr encontrar respuestas a estas preguntas se realizó un estudio con profesores, con enfoque epistemológico sociocrítico, empleando metodología y recolección de datos mixto a partir de: a) entrevistas: exploratorias (90% de los docentes), grupos de discusión (15 médicos docentes), b) entrevistas a profundidad (4) y c) a docentes claves (3), que conforman las tres academias de la planta docente. Encontrándose que el acto educativo algunas veces es desfigurado inconscientemente al hacer una docencia violenta “naturalizada” y legitimada como proceso educativo de formación del “buen médico”. Desde la mirada docente, se identificó desde sus testimonios algunos actuares pedagógico con violencia simbólica y violencia intencionada (10% del total docente= 8 docentes): psicológica, sexual y sociopolítica siendo: el abuso; el proceso de exclusión; sumisión; uso del poder y coerción ideología, mecanismos para obtener ganancias (económica o política social), siendo la moneda de cambio, las calificaciones. Concluyendo que estos actos, propician aprendizajes sociopolíticos deformantes: del proceso educativo integral; aprendizajes para la vida y de convivir violentas que desfiguran el ejercicio del ser y hacer la medicina y su enseñanza, conformando una alterada identidad del médico y de su docencia. Ante estos hallazgos se hace necesario el desarrollo de capacidades del docente médico en cultura de paz para trascender en las futuras generaciones que apoyarían como estrategia para una mejor convivencia interna