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    La educaci贸n como herramienta para recatolizar la moral civil en Cartagena (1876-1895)

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    Tesis (Historia) -- Universidad de Cartagena. Facultad de Ciencias Humanas, 2013.Desde la Colonia, se pens贸 la educaci贸n como el don y el mandato sagrado de la doctrina cat贸lica, la luz de la ense帽anza moral, el legado de la misi贸n eclesi谩stica, y en definitiva, el canon indeleble de virtudes y buenas costumbres. Llegado el decimon贸nico siglo, la educaci贸n se encarn贸 en el vientre de la rep煤blica para concebir a los hijos de la patria, aquellos nacidos bajo el ideario independiente y de cuyo esp铆ritu nacional, el ciudadano era la bandera que enarbolaba la libertad moderna. Una vez ocurrido el proceso de independencia, el transitar de la educaci贸n tambi茅n sufri贸 revoluciones como producto de las confrontaciones partidistas republicanas, y a lo largo de dicha centuria fraccion贸 su imaginario y pr谩ctica al quedar sujeta a los intereses de cada gobierno en turno. La escuela fue un escenario susceptible a las diferentes convulsiones religiosas y pol铆ticas que definieron los poderes en curso. Hacia la segunda mitad del XIX a la par de la construcci贸n del moderno Estado-naci贸n, la educaci贸n se convirti贸 en uno de los temas trascendentales del periodo y constituy贸 el instrumento social-cultural que ganara las riendas de la dirigencia pol铆tica a partir del enunciado de legislaciones homogeneizadoras de la sociedad diversa. Sin embargo, al relacionarse con la fe, 茅sta fue bifurcada entre dos esquemas distintos: un modelo secular fundamentado en las libertades y los esfuerzos anticlericales, y otro que convino con la Iglesia para instalar, herramientas conciliadoras e h铆bridas sobre h谩bitos y conductas fuera de la norma cat贸lica, con el fin de crear un estribo moral de protecci贸n al ciudadano. Entre las m煤ltiples tentativas clericales por restablecer el conservadurismo y reivindicar el monopolio de la ense帽anza, la Iglesia, principal agente del poder moral. La Educaci贸n como herramienta para re-catolizar la moral civil en Cartagena (1876- 1895) no dio tregua en ninguno de lo momentos en los que soport贸 amenazas y ataques de parte del laicismo y anticlericalismo de las pol铆ticas liberales. De ese modo, todos aquellos intentos prepararon el terreno, para que el m谩s eficaz de ellos, la guerra de las escuelas, lograra el inicio de lo que ser铆a el triunfo de los poderes pol铆tico y moral extendidos a fines del XIX hasta las tres primeras d茅cadas del XX. Efectivamente, la consolidaci贸n de esta alianza Estado- Iglesia en el poder se dio por la acci贸n de dos guerras civiles (del 1876 y 1885) que cristalizaron las reglamentaciones civiles, educativas y religiosas desplegadas en el programa regenerador. Igualmente, uno de los espacios que incorpor贸 esta coalici贸n oligarca fue sin duda alguna, la escuela; dentro de ella se trazaron las directrices que guiar铆an el arquetipo del ciudadano requerido por el sistema. El ejemplo de buena moral estaba lejos de una cultura analfabeta, propensa a la delincuencia. Por el contrario, el trabajo escolar buscaba contrarrestar los ejemplos de desorden e inmoralidad que contaminaban tanto la sociedad cartagenera como el resto de las poblaciones colombianas. Esto hizo que los esfuerzos por neutralizar las conductas desafiantes al r茅gimen teocr谩tico y su eterna batalla dentro de ella, resultaran muchas veces in煤tiles a pesar del rigor de las leyes que custodiaban la ense帽anza. La Iglesia sobrevivi贸 a muchos cambios en la sociedad moderna y se mimetiz贸 al interior de la pol铆tica nacional, de un lado, para satisfacer las necesidades y ret贸rica del Estado, y de otro, para disimular sus propias debilidades. La politizaci贸n e instrumentalizaci贸n del credo cat贸lico mediante los estatutos de la Constituci贸n del 86 y del Concordato del 87 garantiz贸 su protagonismo en la sociedad y su injerencia en cada una de las disposiciones escolares a fin de conseguir el control de la ciudadan铆a. Este pacto asegur贸 la permanencia de las estructuras hacendatarias y latifundistas y de la educaci贸n en manos de la clerec铆a. Con todo, hubo una guerra poco visible que la Iglesia no logr贸 sobrevivir, pero en definitiva fue la m谩s peligrosa de todas. Esta corresponde a aquella crisis que La Educaci贸n como herramienta para re-catolizar la moral civil en Cartagena (1876- 1895) trastorn贸 sus cimientos, y le rest贸 autoridad a la hora de convertirse en el ejemplo moral insigne. Como consecuencia de su problem谩tica interna, devino una profunda decadencia en la fe y un des谩nimo que acapar贸 los valores de sus propios miembros y de gentes que se descristianizaban. Pronto la carest铆a de sacerdotes y deserci贸n de los ya ordenados, revel贸 que la iglesia combat铆a consigo misma. Si bien las gentes pod铆an demostrar su fe, la falta de interiorizaci贸n de las convicciones religiosas en la cultura caribe帽a reflejaba el sinn煤mero de normas transgredidas y demostradas tambi茅n en el ambiente. Todav铆a, la Iglesia luchaba para que el resto de los sacerdotes resistiera las arraigadas costumbres o los modos de vida desenfrenados. As铆 las cosas, se dio por sentado que en raz贸n de esta vulnerabilidad clerical, muchos f谩cilmente declinaban de su servicio, y otros ced铆an ante las tentaciones y connivencias de seminaristas disconformes con la renuncia al mundo. Dentro de este marco, la 茅lite que controlaba el monopolio de la ense帽anza proyect贸 la imagen de la escuela como un pan贸ptico o confesionario donde se transformaba y depuraba el car谩cter del ciudadano (religioso y laico). A trav茅s de su mensaje de moralidad se propon铆a restituir el aspecto cat贸lico en ruinas y afianzar un orden de catolicidad cuyas bases retornaran a las tradiciones sagradas europeas. Este estudiante deb铆a ser depurado de esa herencia ap谩tica adjudicada a nuestros ancestros abor铆genes y negros, con el objetivo de europeizar y civilizar su idiosincrasia y pensamiento. La intenci贸n de penetrar la escuela y re- catolizar a las masas, no escatim贸 los saberes modernizadores del periodo, y aunque antes los conden贸, negoci贸 con ellos para lograr su estabilidad dentro del juego social y evitar que la sociedad acabara con matices protestantes o seculares. En todo caso, esta dura disciplina no s贸lo tocaba el armaz贸n corporal sino que traspasaba la conciencia haci茅ndose sentir en el esp铆ritu. Por eso, la educaci贸n de la regeneraci贸n no puede ser concebida s贸lo como medio para fabricar m谩quinas o sujetos reprimidos, m谩s all谩 de aquellos par谩metros, crey贸 posible entallar esa idealizaci贸n llena de virtudes y ejemplos irreprochables en una La Educaci贸n como herramienta para re-catolizar la moral civil en artagena (1876- 1895) morada terrena. Es algo interesante porque sus l铆deres desmitificaron la humanidad del ciudadano y por nada, le concedieron atributos perfectos o sobrenaturales de semidi贸s, antes bien, siempre reconocieron que a pesar de todos los adiestramientos y reconvenciones (en nombre de Dios) ninguno de ellos era totalmente suficiente, si este no pon铆a de su parte para cambiar o dominar su naturaleza fr谩gil. Por supuesto al hacer uso de 谩speros mecanismos, propuso de un lado, liberar al prospecto de ciudadano de malos h谩bitos desde sus primeros de a帽os de vida y de otro, concientizarle de la necesidad ferviente de convertirse en un delator y guardi谩n, que no perdiera los estribos de su propia moral. Al contrario en el modelo civil radical, mientras se dijera que el educador asum铆a de forma adecuada su funci贸n, era f谩cil que fuera el centro de adulaciones sin levantar alguna especie de sospecha; de ah铆 no sintiera molestia o verg眉enza de sus actos privados o p煤blicos. Sin embargo, tenemos que reconocer que en la praxis, los regeneradores al igual que los liberales se equivocaron en el intento de parecerse al prototipo europeo. Con el pasar de los gobiernos, la distracci贸n por este espejismo fue tal, que continuaron muchos de estos residuos o fragilidades todav铆a a comienzos del siglo XX. Verbigracia, la vocaci贸n de los maestros no siempre se enfrent贸 las dificultades clim谩ticas y geogr谩ficas, sino tambi茅n a problemas cotidianos como la falta de preparaci贸n del cuerpo docente, la inasistencia de los alumnos, la deficiente calidad de la educaci贸n, la impuntualidad de los pagos y por si fuera poco, el descr茅dito de la poblaci贸n por causa de los salarios exiguos. Sin duda, atrav茅s de los dos casos de Leonte Amador y Luis Caparrozo ya mencionados, se quiso observar la sombra y luz del perfil docente dentro del modelo civil cat贸lico. 驴Cu谩les eran las impresiones de la gente frente al caso de Amador y Caparrozo? Razonablemente las opiniones pod铆an entre s铆 chocarse, por lo cual, cabe reconocer que no todos pod铆an estar conformes con la ideolog铆a y maniobras del La Educaci贸n como herramienta para re-catolizar la moral civil en Cartagena (1876- 1895) r茅gimen cat贸lico, m谩xime cuando las intenciones moralizantes de la 茅lite iban en desacuerdo con el comportamiento y ademanes contrarios al catolicismo. De todos modos, gracias a este discurso filantr贸pico o bienhechor se propici贸 un acercamiento entre los elevados y los bajos sectores sociales, a fin de lograr la transformaci贸n o sacralizaci贸n de ambientes en los que pululaba la pobreza y el desorden. De hecho, la realidad evidenci贸 que tanto la ret贸rica del orden y como los valores del catolicismo contrastaban con la falta de lealtad a los mismos; es decir, la carencia de los h谩bitos y costumbres fervorosas muchas veces terminaba siendo confundida con el fuerte clericalismo reflejado en muchas parroquias y 贸rdenes religiosas que debieron de resistir y negociar con el estigma de una cultura caribe impregnada de pigmentos licenciosos y anarquistas acentuados en los ejemplos cotidianos. Debido a que el Estado no dio claridad en la organizaci贸n de nuevo c贸digo escolar, se infiere que su colaboraci贸n incidi贸 para que la Iglesia recuperara y extendiera leg铆timamente su ministerio en virtud de algunos estatutos, ya destacados en este estudio: los decretos de 595 y 596 de 1886 sobre la educaci贸n primaria y secundaria, el reglamento de Instrucci贸n p煤blica de 1887, el decreto de 939 de 1889 atinente a los sueldos de los maestros, algunos otros informes sobre el situaci贸n de la ense帽anza y el Plan Zerda de 1893, que hicieron de las escuelas coste帽as epicentro y laboratorio de las reglamentaciones escolares piadosas
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