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Análisis por activación neutrónica de obsidiana recolectada en el sitio arqueológico de Morgadal Grande, Veracruz. 41. Arqueología
Artefactos arqueológicos de obsidiana recolectados en la ciudad arqueológica de Morgadal Grande, en la región de El Tajín, Veracruz, fueron analizados mediante activación neutrónica instrumental y fueron determinados los siguientes elementos: Na, Al, K y Fe, en porcentaje, y Sc, Mn, Rb, Sb, Cs, Ba, La, Eu, Dy, Yb, Lu, Th y U, en μg/g. El análisis estadístico de las composiciones químicas permitió identificar los lugares de origen de las muestras arqueológicas: Sierra de Pachuca, Tulancingo y Zacualtipan (Hidalgo), Altotonga (Veracruz), y Zaragoza y Oyameles (Puebla). Con base en esos resultados se sugieren las rutas de la obsidiana desde esos yacimientos hasta el sitio arqueológico, así como los periodos históricos correspondientes
. 41. Arqueología
En este volumen, con una temática geográfica y culturalmente variada, ofrecemos
un abanico de textos que cubre desde estudios geológicos ligados a la
arqueología, trabajos de prospección arqueológica de área y estudios especializados
en algún elemento cultural, hasta el planteamiento de rutas y contactos
culturales con base en el análisis especializado de obsidianas. Con ello se
pone de manifiesto el amplio espectro cronológico y temático de la investigación
arqueológica que se realiza en la actualidad en México.
El primer trabajo consiste en el avance inicial de los resultados de un proyecto
arqueológico de investigación en la Sierra de La Giganta, Baja California
Sur, concentrado en la región de Loreto. Los sitios localizados, y que se encuentran
en proceso de estudio, incluyen campamentos al aire libre o en cuevas,
concheros, lugares con pintura rupestre y sitios con petrograbados.
En esa misma línea de investigación, Luis Alfonso Grave Tirado nos ofrece
información concerniente al reconocimiento arqueológico de superficie realizada
en un área de 230 km, con motivo de la construcción de la nueva carretera
que conectará las ciudades de Durango y Mazatlán, en el noroeste de
México. Para ello el autor recurre a la analogía etnográfica para la interpretación
del dato arqueológico.
Con base en el análisis de cien muestras de obsidiana, Julie Gazzola identifica
las fuentes de abastecimiento de este recurso durante las fases Tzacualli y
Miccautli, a partir de lo cual infiere relaciones de otros lugares desde las fases
tempranas de Teotihuacan.
Por otra parte, en “Contextos funerarios tempranos en Kohunlich”, Sandra
Balanzario y Enrique Nalda aportan valiosa información respecto a las características
arquitectónicas y secuencia constructiva del edificio E-3 de la Plaza Yazná,
todo lo cual sirve de marco para tratar sobre patrones funerarios con
base en uno de los enterramientos localizado en la cámara que remata el basamento.
Además de comparar con elementos culturales semejantes en edificios
más tardíos, los autores proponen cambios estructurales que se justifican
por las diferencias observadas en su análisis comparativo.
El texto más reciente —al parecer el último— escrito por Alejandro Martínez
Muriel, en coautoría con Emilie Carréon, versa en torno a la presencia de un
cráneo humano —al parecer femenino— localizado al centro de la cancha del
juego de pelota en Santa Rosa, Chiapas. Se trata de uno de los pocos —quizá
el único— cráneos encontrados en una cancha de juego de pelota.
La milicia y los pertrechos de guerra empleados en el México del periodo
Posclásico son tema central de dos textos de Alfonso Garduño Arzave, a través
de los cuales dicho autor nos introduce al conocimiento de dos de las más importantes
armas empleadas en contextos bélicos: “las mazas de batalla” y el
macuahuitl, de las que describe sus características respectivas, desarrollo tecnológico
y representación en pintura mural, cerámica y escultura, lo mismo
que en materiales pictográficos e históricos.
El estudio de Óscar Hugo Jiménez gira en torno a la clasificación de las cavidades
localizadas en el Cerro de la Estrella. El análisis permite sugerir al
autor que, de acuerdo con su origen, éstas pueden ser diferenciadas entre naturales,
artificiales y mixtas. Señala que las primeras son resultado de los procesos
geológicos, ya sea de tipo volcánico, pluvial o gravitacional; las artificiales
se originan por la actividad de los habitantes y/o visitantes del área en que se
localizan, y las mixtas son resultado de un proceso natural alterado por actividades
humanas. Se trata de un estudio geomorfológico de base para futuras
interpretaciones con fines antropológicos.
Mediante el apoyo de la geología Adolphus Langenscheidt se enfoca en la
extracción y aprovechamiento del oro en el área mesoamericana, con base en
la identificación de percutores mineros prehispánicos y bateas minerales de
cerámica relacionados con la explotación del metal; al ser localizados en varias
zonas del México prehispánico, ello permite al autor señalar que en dichas zonas
había yacimientos del metal explotados en tiempos precolombinos.
Este número 41 de Arqueología cierra con el texto de Dolores Tenorio y R.
Leonel Cruz Jiménez sobre el estudio de obsidianas colectadas en el sitio arqueológico
Morgadal Grande, en la región de Tajín, Veracruz. Apoyados en el
análisis por activación neutrónica de las muestras de obsidiana, logran identificar
los yacimientos de origen, lo cual les permite plantear algunas posibles rutas
de obsidiana hacia Morgadal, ubicándolos en los periodos históricos correspondientes.
Desde luego, en este número no podrían faltar las secciones de Noticias y
Archivo Técnico.
Reiteramos la invitación a enviar sus aportaciones, para que sus tareas de
investigación puedan darse a conocer a la comunidad académica con mayor rapidez,
y con ello compartan el valioso producto de su trabajo intelectual.</p
. 40. Arqueología
En este número se han conjuntado trabajos de diversa índole, pero siempre
relacionados con estudios de la arqueología. Se incluyen tres artículos que
versan sobre las pinturas rupestres plasmadas en otras tantas regiones de nuestro
territorio: Xochipala, Guerrero; la frontera norte de Tamaulipas, y Mulegé,
Baja California Sur. Otros dos textos se dedican al estudio de los elementos
minerales utilizados en el ámbito cultural prehispánico, y tres más constituyen
estudios específicos de la actividad arqueológica: el primero sobre una propuesta
de clasificación de materiales, otro sobre los resultados de una investigación
de área y el tercero presenta algunos resultados de los estudios llevados
a cabo en una región tan poco conocida como la Sierra Gorda de Querétaro.
En el primer texto, Rosa María Reyna Robles ofrece información sobre pinturas
rupestres de una cueva en el Cerro Tláloc de Xochipala, Guerrero. Además
de incrementar el registro gráfico de manifestaciones rupestres, el artículo
otorga una propuesta de interpretación que, de acuerdo con Reyna Robles,
“aborda aspectos propiciatorios, sitios de iniciación, así como el sustento y reproducción
social relacionados con el agua, el inframundo, la muerte y el sacrificio”.
En el estudio de Roberto Martínez, Ramón Viñas y Larissa Mendoza, intitulado
“Cueva de la Serpiente. Los ofidios con cuernos en la iconografía rupestre
de Mulegé, Baja California Sur, México”, se analizan dos elementos principales
–dos ofidios con cabeza de venado– del conjunto rupestre del Gran
Mural. A partir de la analogía etnográfica y del análisis contextual de estas
figuras, se establecen de manera hipotética sus posibles significados; éstos,
según los autores del texto, se encuentran vinculados a mitos creacionistas, de
muerte y resurrección de la vida, los hombres y las estaciones.
En el siguiente artículo, Víctor Hugo Valdovinos Pérez se refiere a una pintura
rupestre que identifica como perteneciente a un “Periodo Prehistórico Tardío”,
de fecha apenas posterior al contacto; es decir, cuando Cabeza de Vaca
cruzó la zona del río Bravo. El texto es resultado de la valiosa documentación
obtenida durante los trabajos de Salvamento Arqueológico Corindón Reno
Sur 3D.
En el “Uso del cinabrio en la pintura mural de Teotihuacan”, Julie Gazzola
ofrece información nueva sobre el uso de ese mineral: si bien se conocía el
empleo del cinabrio en objetos rituales y funerarios —como también se sabía
de su aplicación en cerámica, ornamentos de concha, en lapidaria y otros materiales
con carácter ritual, lo mismo que sobre restos humanos al inhumarlos,
o sobre los huesos mismos en enterramientos secundarios—, a partir de una
serie de fragmentos de aplanados pintados, recuperados del relleno de una estructura
adyacente a la Calzada de los Muertos, y analizadas en los laboratorios
de Apoyo Académico del INAH, se demuestra el uso de dicho elemento en
la pintura mural de Teotihuacan.
En el artículo siguiente, controversial en sí mismo, Roberto Velázquez Cabrera
aborda el estudio de una ilmenita sonora cuya construcción y uso podría
datar de hace unos tres mil años, aun cuando se trata de un hallazgo casual. Se
proporciona amplia información sobre los análisis organológicos, lapidarios,
acústicos y de señales, y se sugieren algunos posibles usos de acuerdo con sus
propiedades sonoras.
Pedro López García y Denisse Argote Espino presentan un método estadístico
para la clasificación de materiales arqueológicos, basado en la lógica difusa.
Además de presentar sus fundamentos teóricos y prácticos, para ilustrar la
aplicación de este método se ofrecen dos ejemplos, y los resultados obtenidos
se comparan con los que podrían obtenerse a partir de otros métodos de clasificación.
En el siguiente texto, Ángel García Cook presenta algunos resultados sobre
los trabajos de prospección arqueológica que se realizan desde 1997 en la mitad
norte de la Cuenca de Oriental. El autor plantea una secuencia cultural en
relación con el desarrollo ocupacional prehispánico en esta región; dedica más
atención a, y se ofrece mayor documentación acerca de, las tres primeras fases
culturales correspondientes al Formativo, mismas que relaciona en todo momento
con la situación correspondiente a la gran ciudad de Cantona.
En “‘Los Bailes’: un santuario para el culto a la fertilidad en la Sierra Gorda
de Querétaro, México”, texto de María Teresa Muñoz Espinosa y J. Carlos
Castañeda Reyes con que cerramos el listado de artículos de este número 40,
se estudia el sitio arqueológico del mismo nombre y cuya organización arquitectónica
recuerda la distribución de algunos sitios huastecos. Entre otras
funciones —inferidas a partir de testimonios etnográficos actuales y la documentación
histórica en torno a los antiguos habitantes de la Sierra Gorda—,
se propone al sitio como centro cívico-religioso al que llegarían los habitantes
de la región para realizar determinadas ceremonias relacionadas con el culto a
la fertilidad.
En las secciones de Noticias y de Archivo Técnico se ofrece información importante
y de gran valía: el texto sobre un estudio estratigráfico comparativo realizado
por Serafín Sánchez y Ricardo Leonel Cruz, así como el informe de
César Lizardi Ramos sobre esculturas de Valle de Bravo, presentado y comentado
por Francisco Rivas Castro.
No quisiéramos concluir nuestra la presentación sin reiterar la invitación a
colaborar con la revista Arqueología, para lo cual los trabajos remitidos deberán
cumplir con los requisitos de publicación enunciados en la Invitación a los
colaboradores.</p
. 32. Arqueología
Estimados colegas: en este número les ofrecemos una serie de contribuciones
que ejemplifican los avances de las investigaciones sobre problemas de la
arqueología mesoamericana, a escala suprarregional, regional y de sitio.
Tres trabajos aportan información e interpretaciones sobre la costa del Golfo y
la Huasteca, desde el Preclásico hasta el Posclásico tardío. El primero es una
revisión de la secuencia cronológica del Formativo en la parte baja del río Pánuco,
de García Cook y Leonor Merino —a quien recordamos de manera muy
afectuosa.
Por su parte, Ladrón de Guevara y Hernández proponen una interesante colaboración
al reinterpretar la deidad principal de El Tajín, a quien identifican como
Quetzalcóatl, por iconografía y correlación con eventos climáticos. El tercer
trabajo, “Vecinos cercanos”, de Diana Zaragoza, explora la posibilidad de interacciones
a gran escala en la Huasteca, integrando información sobre la porción
sur del Sureste de Estados Unidos.
El artículo de Francisco Beristáin recupera la información sobre la secuencia
de ocupación del sitio de Tepetipac en Tlaxcala.
Ma. Elena Salas y sus colaboradores estudian una colección de artefactos de
hueso humano procedentes de Tikal y, para contrastar la validez de su propuesta
clasificatoria, realizan experimentos tecnológicos y funcionales que redundan
en un interesante ejercicio multidisciplinario.
Continúan las colaboraciones de otros especialistas, como la contribución de
Maldonado, Arias y Repetto sobre la recuperación y el análisis de contextos
funerarios de la colonia temprana en Dzibilchaltún, en donde se proponen interpretaciones
de las condiciones de vida de la población-muestra.
Cierra Alberto Cravioto, en una de sus frecuentes incursiones en las fuentes
utilizadas por los arqueólogos, para ofrecernos una reinterpretación sobre la
identificación de los popoloca y sus constantes movimientos.
En esta ocasión nos complace incluir la primera aportación de “Comentarios y
debates”, en la que Blas Román Castellón discute el artículo de Francisco Rivas
sobre la región de Los Reyes Metzontla, publicado en el número 29 de Arqueología.
Para el avance de la disciplina es esencial la expresión abierta de opiniones
y comentarios fundamentados sobre los trabajos de nuestros colegas, en
un ámbito de discusión clara y mesurada, aportando información y fomentando
el desarrollo de una vida académica más intensa e interactiva. Mandamos
nuestra sincera felicitación al doctor Castellón y reiteramos la invitación a
todos nuestros lectores para que colaboren, en especial con esta sección y con
la revista en general.
Es necesario aclarar que el “Índice General 1987-2003” que aparece en Arqueología
31, aparenta no tener un autor específico; sin embargo dicho índice fue
realizado por Ana María Álvarez Palma.</p
. 35. Arqueología
Esta entrega de la revista está dedicada casi en su totalidad a la investigación
básica y presenta estudios arqueológicos recientes, de campo y de laboratorio
que abarcan un amplio rango cronológico, desde el Formativo hasta el siglo XX,
muestra el extenso espectro cronológico y temático de la investigación arqueológica
en México y en el INAH.
El primer trabajo es resultado de la cooperación entre especialistas en petrografía
y arqueología, Robles y Oliveros, quienes analizan en ambas vertientes
la lapidaria de las ofrendas funerarias de El Opeño, sus técnicas y materias
primas y realizan inferencias sobre la organización de grupos del Formativo medio
en el occidente de México.
Enseguida, Grove nos ofrece un reporte sobre las estelas y plataformas rectangulares
descubiertas en el área habitacional del Formativo al pie del cerro
Chalcatzingo, en el sitio homónimo y discute brevemente su orientación y visibilidad
en relación con la función ceremonial.
La siguiente aportación, de Tovalín y Ortiz, es sobre el sitio poco conocido
del Clásico de la región fronteriza del alto Usumacinta en Chiapas, denominado
Primera Sección de Benemérito de las Américas. La comparación de los
rasgos arquitectónicos e iconográficos en el ámbito local y regional lo hacen
un trabajo sumamente interesante.
Como parte de los resultados del Proyecto Norte de la Cuenca de Oriental,
en Puebla, Gazzola discute el patrón de asentamiento y el arreglo regional durante
el Epiclásico, centrándose, específicamente, en las estrategias desarrolladas
en Cantona alrededor de la explotación y comercialización de la obsidiana
en el ámbito local y supralocal.
Centrado en el Epiclásico, pero en su proyección hacia el noreste mesoamericano,
el magnífico trabajo de Gaxiola y Nelson trata del abastecimiento
de obsidiana en Huapalcalco con base en la territorialidad y en los procesos de
manufactura líticos, propone dos patrones diferenciados, uno adaptado a Huapalcalco
y otro más propio de la “esfera Coyotlatelco”.
Con un gran salto temporal y temático llegamos a la ciudad de México de
los siglos XVII y XVIII, con el artículo de Salas, quien describe los ritos de profesión
monacal de las comunidades religiosas femeninas, de las llamadas monjas
coronadas, a partir de los contextos funerarios en los conventos de la Encarnación
y de Santa Catalina de Sena.
Nuevamente en la ciudad de México, pero en los siglos XIX y XX, está ubicado
el trabajo de Guerrero y colaboradores, sobre un contexto arqueológico
en el Centro Histórico que ha sido interpretado como un espacio ceremonial
de las logias masónicas. Se nos ofrece una imagen poco común sobre esta sociedad
secreta tan mitificada y se discuten algunas ideas sobre sus simbolismos
De carácter arqueológico con referencias a la época actual, el artículo de José
Jorge Cabrera y Salvador Pulido presenta un estudio sobre el juego del kuilichi
en Michoacán. Se destaca su carácter indígena y las formas en que se ha impulsado
su presencia en las comunidades.
Para finalizar, el trabajo colectivo de De la Vega y colaboradores, a partir de
la observación de la actual comunidad alfarera de Los Reyes Metzontla, reflexiona
sobre la interdisciplinariedad y la validez de la analogía etnográfica, a
la que recurrimos frecuentemente los arqueólogos y nos invita a una toma de
conciencia sobre este proceso ontológico.
Por último, queremos señalar que en la preparación de cada número se reciben
observaciones de los propios dictaminadores, mismas que los editores
discutimos y tratamos de aplicar, en la medida de lo posible, de forma inmediata.
Sin embargo, nos es igualmente o más importante conocer las opiniones de
los lectores, así que ponemos a su disposición nuestra dirección de correo electrónico,
para el envío de sus sugerencias, las cuales nos ayudarán a mejorar cada
día más la calidad y el nivel de la publicación.
Nos resta insistir que ésta, su revista, existe en función de sus colaboraciones
y se nutre de ellas; así que esperamos recibir muchos trabajos y les recomendamos
aplicar las especificaciones de publicación, para que éstos se puedan
ofrecer a la discusión académica con la mayor rapidez.</p
. 37. Arqueología
Reciban nuevamente un cordial saludo del equipo de la revista Arqueología. En
esta ocasión nuestros colaboradores han puesto en la mesa una serie de trabajos
interesantes que dan cuenta de la variedad de temas y derroteros de la
investigación arqueológica en México. Los trabajos, cada vez menos dependientes
del manejo descriptivo de materiales arqueológicos, sobre todo los
cerámicos, incursionan en aspectos bioculturales, innovaciones técnicas y, felizmente,
en analogías etnográficas.
Siguiendo el orden acostumbrado, la primera aportación es un trabajo pionero
de Grave Tirado, el cual, como producto de las primeras investigaciones
arqueológicas sistemáticas en la zona serrana del sur de Sinaloa, ofrece información
novedosa sobre sitios y materiales hasta ahora no descritos, así como
su ya acostumbrada interlocución con la información etnohistórica. La presencia
de juegos de pelota, que ya había sido notada por otros investigadores de la
sierra, la gráfica rupestre y los materiales, nos guía por esa —hasta ahora poco
trabajada— “tradición serrana” que alguna vez intentó definir Beatriz Braniff.
También del Occidente, pero de amplia temporalidad, tenemos la contribución
ofrecida por Gómez Valdéz y sus asociados, donde se refuerza una visión
integrativa-evolutiva de la población mesoamericana a través de un análisis
estadístico y comparativo de la variabilidad de su morfología dental con otras
poblaciones de la Mesoamérica nuclear. La conclusión a la que llegan es que
el aislamiento genético de los periodos tempranos se convierte en una continuidad
genética ya en las fases tardías.
El siguiente trabajo, de VanDerwarker y Jaime-Riverón, está centrado en el
análisis de los restos botánicos de los sitios formativos de La Joya y Bezoapan,
en la zona de Los Tuxtlas, para establecer una cronología de los cambios en la
proporción de productos agrícolas y de la silvicultura. Con base en el modelo
de agricultura tropical de Killion y Peters, discuten también la relación de las prácticas
de explotación del medio con las áreas de habitación. Aun cuando
este artículo ya había sido publicado en inglés, consideramos que su inclusión
en nuestra revista puede promover discusiones provechosas.
En relación con el área maya, cuyos investigadores son siempre tan productivos,
tenemos varias aportaciones. En la primera de ellas, y con datos de su participación
en la investigación en el sitio de Chunchukmil, en Yucatán, Woynar
construye una propuesta sobre organización y estructura espacial a través del
análisis de las implicaciones sociales de las 666 vías de comunicación —tanto
internas como externas—, y corresponde al Clásico el nivel más alto de cohesión
y planificación.
A su vez, Ortega Palma realiza un estudio bioantropológico comparativo
sobre dos series de restos óseos procedentes, respectivamente, de la isla de
Jaina para el Clásico tardío y de la ciudad de Campeche para la época colonial.
El propósito del autor es comparar condiciones de salud y alimentación a partir
de los agentes que influyeron en dichas variables en función de factores
geográficos, sociales, económicos y culturales.
A continuación presentamos un texto de corte técnico y orientado a la detección
de sitios para ayudar en el trabajo de prospección en zonas de selva tropical
—lo que queda de ellas —; así, la contribución de López García y Argote
Espino, aboga por utilizar imagenes remotas de alta definición y sistemas de
procesamiento digital para el reconocimiento de sitios con arquitectura monumental
en áreas donde el desarrollo de selvas altas impide el uso de la foto
aérea convencional.
Asimismo, contamos también con varios artículos acerca del Altiplano. Nalda
nos proporciona información de un horno prehispánico para quemar cal localizado
en el sitio Hacienda de Calderón, Morelos. Después de presentar los datos
de campo, el investigador establece una serie de parámetros de observación
etnográfica que le permiten ampliar la discusión e interpretación del elemento
arqueológico, cuya cronología establece como posterior al año 750 d.C.
En la misma región, pero entrando de lleno en el Epliclásico, González
Crespo y sus colaboradores presentan una amplia discusión sobre la cronología
de Xochicalco, con base en una recapitulación de sus componentes arquitectónicos
y asociándolos a las etapas constructivas del sitio en función de los
sistemas constructivos, cerámica y fechas disponibles de C14. Su conclusión
es que el sitio corresponde enteramente al Epiclásico.
Seguimos con el Posclásico en Cholula y presentamos la propuesta interpretativa
de Araceli Rojas sobre iconografía solar en la cerámica policroma tipo
códice. Su análisis la lleva a ligar su uso al contexto ritual, pero también a su
función simbólica de prestigio entre las elites mesoamericanas, sin excluir la
posibilidad que se trate de vajilla de servicio.
Finalmente, nos complace compartir con ustedes el trabajo que el joven
equipo de Spores nos ofrece sobre el sitio de Yucundaa, Teposcolula, Oaxaca.
Una rica exposición de datos, su discusión y propuestas sobre este asentamiento
y sus transformaciones del Posclásico tardío a la Colonia. El diálogo
constructivo entre fuente y arqueología permite acercarse al momento de transformación
y resistencia que implica la Colonia temprana, desde la perspectiva
del pueblo indígena y no sólo desde los elementos arquitectónicos coloniales
religiosos.
No menos interesantes resultarán nuestras otras secciones —noticias, reseñas,
archivo técnico e In memoriam—, cuyos variados contenidos les invitamos
a descubrir.
No queda sino reiterar el llamado —la provocación— a demostrar nuestra
productividad y calidad académica mediante la discusión pública de las propuestas,
aportaciones y críticas emanadas de nuestro diario ejercicio profesional</p