Ahora que la comunidad científica ha hecho accesible al público
más información y de mejor calidad sobre la exposición humana a
residuos de compuestos orgánicos persistentes se reaviva la sospecha de que aún queda mucho por conocer en términos de
exposición y sus consecuencias sobre la salud. Nos encontramos,
casi a diario, con nuevas publicaciones científicas que advierten
sobre la exposición humana a compuestos químicos persistentes
y no persistentes, rara vez bioacumulables, que acceden al organismo humano por vías tan distintas como la alimentaria, la aérea o
la dérmica, y que provienen de alimentos, agua, suelos, cosméticos
y fármacos. En consecuencia, la nómina de residuos de estos compuestos o de sus metabolitos detectados en sangre, tejidos o
fluidos corporales se incrementa al mismo ritmo que nuevas técnicas analíticas se hacen disponibles y nuevos consorcios de investigación interdisciplinar se constituyen. Mientras que nuevos trabajos epidemiológicos tratan de establecer asociaciones entre la
exposición y sus consecuencias sobre la salud humana no queda
más que actuar con cautela, tratando de disminuir la exposición de
acuerdo con las recomendaciones del principio de precaución