El modo de vida actual fomenta la instantaneidad y la prisa. En el periodismo, ligado por definición a la noticia y la actualidad, este apresuramiento se hace especialmente palmario, en detrimento, demasiadas veces, del análisis y la reflexión. El periodismo cultural, por la naturaleza de su propio objeto (la cultura, el conocimiento, las artes), aparece como un reducto de libertad de pensamiento y expresión en que la servidumbre a la inmediatez es menor, pero con demasiada frecuencia la industria cultural pesa más que la cultura a secas, y el criterio de oportunidad comercial se impone. El presente artículo analiza esta situación y aboga por valores como la reflexión, la elaboración y la vocación minoritarias como antídoto contra la mercantilización y banalización de la prensa cultural