Nuestro estudio en seis municipios del departamento de Copán, Honduras, muestra que
muchas personas ya están notando cómo el cambio climático está afectando sus vidas,
especialmente en la agricultura. Las sequías, lluvias irregulares y tormentas intensas
están dañando los cultivos, lo que genera preocupación e incertidumbre sobre el futuro.
Aunque la mayoría de las personas no quieren irse, el deterioro del medio ambiente,
sumado a la pobreza y la falta de apoyo gubernamental, lleva a muchos a pensar en
migrar como una salida. Eso sí, casi todos coinciden en que dejar su comunidad sería
una decisión muy difícil y tomada solo como último recurso.
También vimos que hombres y mujeres viven esta realidad de manera distinta. Mientras
los hombres hablan más sobre los problemas técnicos en el campo, las mujeres señalan
cómo el clima daña sus hogares, las carreteras y el acceso a servicios básicos. Ellas
también están más dispuestas a organizarse y buscar soluciones colectivas.
Curiosamente, si tuvieran la oportunidad de migrar de forma segura, son las mujeres las
que más interés muestran. Esto nos dice que para enfrentar los desafíos del cambio
climático y prevenir migraciones forzadas, es fundamental apoyar a las comunidades
desde una mirada justa, que tenga en cuenta las voces de hombres y mujeres por igual